PREGÓN DE SEMANA SANTA 2003
Pregonera: Dª. Rocío Rosas Olivares
Cortes de la Frontera, 11 de abril de 2003
Si la vida es un teatro, la Semana Santa es el teatro de la muerte dentro de la vida, las calles se convierten en el improvisado escenario de una obra que se repite cada año con la llegada de la primera luna llena de la primavera. Una obra que rememora una historia real que se produjo en los primeros años de la era cristiana.
En esta primavera nos adentramos en la obra por todos conocida de la Semana Santa, que no por ello resulta menos importante.
Se trata de una nueva visión que se vive durante siete días, un nuevo enfoque capaz de descubrir sus claves sociales, culturales y religiosas.
El primer acto está a punto de empezar y Cortes sale a escena. Sin ánimos de imponer mi criterio pero sí de llegar a la gente busco que me entendáis con el menor esfuerzo posible, sin embargo lo que se entiende sin ningún esfuerzo se ha escrito a veces con gran fatiga, pues junto a la necesidad de clarificar se encuentra el peligro de liarse y la exigencia de esforzarse para evitarlo. No siempre se sabe decir lo que se sabe, ni se sabe del todo lo se quiere decir.
Y me gustaría dar las gracias por la oportunidad que se me brinda, y así poder dar mi humilde punto de vista entre otras cosas de la Semana Santa de nuestro maravilloso Cortes de la Frontera.
Sin lugar a duda somos personas en relación con otras; pero vivimos asediados de ruido, ritmo, propaganda, producción en cadena, confundidos entre gente que no piensa más que producir y ganar dinero. Sin embargo no podemos dejar de lado a Jesús, debemos ajustar nuestra vida a sus ideales y sentimientos. Lo que sí tengo muy claro es que tenemos que vivir, abrirnos a todos los otros, incluso y sobre todo a aquellos que no son bien vistos por la sociedad, a aquellos que complican demasiado nuestras relaciones, esos que dan poco y que, por el contrario, necesitan recibir mucho de ti y de mí.
Quien recibe a Jesús debe manifestarlo en su conducta. Con cariño, renunciando a sí misma para poder entregarse a los demás. Sin temor ante las cuestas, dejando atrás las comodidades y pensando en los demás y así la fatiga será menor, gente optimista o por lo menos no ser pesimistas de entrada, ya sabéis que el optimista ve una oportunidad en toda calamidad, y el pesimista una calamidad en toda oportunidad. Alegres, una alegría sana que no quiere decir precisamente exceso de ruido, alegría que es como el color de los carrillos, síntoma de salud auténtica. Personas de voluntad cuando se trata de hacer un servicio al otro, con un corazón dócil, una fe humilde, generosa y prudente. Si escuchas la palabra de Dios, lo demás viene dado. Cuando estamos movidos por la fe, podemos hacer cosas que parecen incluso ilógicas.
A fin de cuentas, es la cosecha de pequeñas amabilidades y atenciones lo que hace rica una vida. Esas cosas hacen al resto mucho más llevaderas.
Y todos conocemos gente preocupada por defender ciertos derechos inalienables para todo ser humano, y otros tantos por defender sólo y exclusivamente los suyos. A pesar de todo, no debemos desanimarnos, un reino, una tierra nueva, en donde unos a otros se entenderán, aunque hablen lenguas distintas, aunque sean de distinto color de piel, se dejará de torturar y matar a alguien, porque crea o deje de creer, porque sea de otra raza o sencillamente por nada. La paz circulará por todos los caminos.
El asunto no es saber mucho el asunto es ver, el saber propio de la persona no es la inteligencia fría, sino el corazón inteligente, pues quien no comprenda una mirada tampoco comprenderá una larga explicación. Y esa visión de ver no se consigue a base de estudiar mucho, sino que esa visión crece poco a poco cuando nos dejamos llevar por fuerzas desconocidas, embargados por el milagro de la vida, con confianza, sencillez y amor. Oigo como la gente se ríe a lo lejos, pura fantasía son las cosas que yo vivo, me engaño. Pero se trata de una experiencia profunda, que no está reñida con la razón, sino que sobrepasa el pensamiento racional.
Me duele mucho el afán de hoy en día, de intentar sustituir valores morales y religiosos con la simple etiqueta de folclore por el hecho de que sea una forma de religiosidad que nace del pueblo sencillo.
No tendría sentido sacar a nuestros santos si no hay un mandamiento de fe, o la Semana Santa se convierte en una atracción turística para sacar dinero. Siempre que se participe en los distintos actos y después salgan a la calle, yo lo veré correcto, con las imágenes acercamos la vida de Jesús a una categoría viviente como puede ser un portal de Belén.
A veces hemos querido achicar a Dios, empequeñecerlo, hacer una edición de bolsillo, me explico; un Dios que sea la respuesta a nuestras demandas, un Dios práctico que funcione a mi estilo y a mi antojo. Nuestro Dios no es automático: yo aprieto el botón equis, y sale el Dios que yo esperaba y en la medida que yo esperaba. Pero piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip negativo.
Dios es un guía que nos señala el camino, el camino del perdón, de la escucha, el camino de la vida. Un Dios que quiere a los pobres y pecadores, misericordioso y sensible, con paciencia infinita, comprensivo, atento, sincero, fiel, humilde, suave, infinitamente cariñoso. No sé con qué palabra lo definiríais vosotros, pero yo con la palabra AMOR: un amor ilimitado y desinteresado, un amor sencillo. Pero no es sentimentalismo ni emoción espontánea, ni un amor de esos que saltan en verano, es mucho más. Lo es todo. Se hace cargo y participa de las penas, de las alegrías y las preocupaciones de los demás, incluso a veces en la rutina de cada día puede ser mortalmente pesado, una lapa que no se separa de ti por mucho que quieras. Pero después de esto te das cuenta de que Dios te quiere, y sí, te quiere a ti, no te hace falta ser grande ni fuerte, pasa por alto tus fallos y debilidades y se acerca a la mínima señal como un enamorado, es singularísimo. Aunque no esté de moda perdonar, ni pagar la maldad con la bondad. Si de verdad quieres con el amor de Dios a alguien, entonces haces de él una persona nueva. Un amor que soporta todo, un amor que espera todo, un amor que aguanta todo. Si a la luz del amor de Dios la vida adquiere para ti un sentido diferente, habrás dado con la clave.
Me dijeron que este año querían que la Semana Santa la estrenase, por llamarlo de algún modo, una persona joven, pretendiendo obtener un punto de vista diferente respecto a los pregones anteriores. Parece que la juventud está bastante desorientada y a la Iglesia le preocupa, muchas estadísticas pero pocas soluciones. Cómo llegar al mundo de los jóvenes es una de las inquietudes sobre las cuales quiere trabajar nuestra parroquia y toda nuestra diócesis en su proyecto pastoral para los próximos dos cursos. Es muy importante tanto para el joven, el adulto y el anciano que se los tome en cuenta, necesitamos expresar claramente lo que sentimos, tomar conciencia tanto o más de nuestros puntos fuertes como de nuestros puntos flacos, de nuestros logros como de nuestros fracasos, extender nuestras posibilidades, potenciar nuestros talentos y descubrir nuestros recursos que aún no conocemos. Cuanto más afirmados nos sintamos, mejor será nuestro estado emocional, así como el bienestar de nosotros mismos y de los que nos rodean. Todos aprendemos a valorarnos al sentirnos valorados por otras personas.
Debemos encontrar nuestra propia voz, y cuanto más tardemos en empezar a buscarla tendremos menos posibilidades de encontrarla. A veces vivimos en una situación silenciosa, no nos limitamos más que a mirar a nuestro alrededor, pero sinceramente a mí me da pereza cambiar y encontrar nuevos caminos.
Sin olvidarnos que de pasión, de alegría, de la búsqueda de una igualdad vive el hombre; nosotros estamos aquí, existimos y podemos ayudar con un verso a construir un mundo de poesía, de belleza. No es tarde para edificar un mundo nuevo; para luchar, buscar y encontrar: ¨Ser marinero del universo y avanzar a todos los puertos ¨.
Aunque Jesús no sea la única palabra usada, se trata de ir buscando en la vida de todos los días el eco de la palabra de Jesús, porque ese eco existe, porque ese eco nos hace hoy Iglesia. Nuestra misión individual y colectiva no es cambiar el mundo, sino introducir en él un poco más de justicia y de bien. Cuando las personas llegan a comprender que sus principios están por encima del capital y sobre todo por encima del poder, lo arriesgan todo y es que no tienen nada que perder, ya que lo más valioso es nuestra conciencia y la coherencia con nuestros valores, ¿ no os parece?. Y precisamente con la voluntad de las personas se han ido haciendo los cambios en el mundo. Tenemos que dar una respuesta razonable, aplicable a todas las personas; pero estoy convencida de será muy lentamente; pueden pasar años y para poseerla del todo puede que antes hayamos tenido que morir.
No debemos temer, Jesús recorrió un camino oscuro y solitario, con el mismo miedo de cuantos han sido condenados y ejecutados. Y como pocos se comprometió con los pobres y los oprimidos de su pueblo y luchó contra las situaciones que impedían o negaban a los hombres la felicidad. La gente es capaz de soñar y tener experiencias para las que no existen palabras.
Porque a pesar de las crisis, el individualismo, la falta de solidaridad, los crímenes, la globalización inhumana, la tortura, la violencia, el atontamiento de la televisión, las torres caídas, el armamentismo, los desastres, los dictadores de turno...cada día hay alguien que tiene ganas de que todo cambie y arriesga con la esperanza de un mundo más armónico y humano. Por eso tenemos una nueva Semana Santa para vivir.
Y Dios nos sigue hablando sobre todo a través de los hombres. Nos llama a través de los pobres, de los marginados, de los enfermos... Lo tenemos en la palabra viva que aclara, refuerza y aconseja al que se acerca a este gran manantial de luz y de verdad. Jesús nos habla, nos ha hablado y nos seguirá hablando por su palabra. ¨Yo soy el camino, la Verdad, y la Vida, nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis y lo habéis visto. Descubramos su mensaje en los acontecimientos del mundo, mensaje de vida, de aliento y de amor. Basta con abrir los oídos para escuchar su palabra, la palabra de Dios que nos da fuerza y alegría en el peregrinar por la vida, aquella que nos da oídos para captar, escuchar, entender, esa que abre el corazón, que funciona, que transmite, que traiga minuto a minuto el vivo recuerdo de su amor constante, aquella que nos hace escuchar en el silencio. Imaginemos nuestra Iglesia como una familia que mantenga el diálogo sin interrupción; sin sospechas; sin malentendidos, que escucha las necesidades, necesidades de Dios Padre, que llega a cada una de las voces. Una Iglesia que esté a tono con la armonía global de la historia y de la sociedad; que podamos unirnos y dejar que nuestra vida también suene en el conjunto en acorde perfecto. El ejemplo de la vida de Jesús en los evangelios nos reta a seguirle.
Aunque es verdad que el Hijo del Hombre llega a nuestra vida como un ladrón, sin anunciar el día ni la hora. El ladrón lógicamente no avisa, viene cuando menos te lo esperas, por donde menos se espera. Dios nos sorprende, nos acoge, nos capta. Y nosotros nos vemos obligados a aceptar aquello a lo cual Dios nos invita: eso es la fe.
Tenemos que encontrar a Dios y no solamente en aquel preciso momento, en el que uno se concentra en un templo, como sin ir más lejos ahora, es algo más, es algo que está en la trama de nuestra vida, en nuestra manera de ser, de hablar, de actuar, al levantarse, al dormir, al plantearse un problema.... A Dios lo tenemos que reconocer a través del prójimo y no al prójimo a través de Dios. No podemos trazar un círculo egoísta alrededor nuestro. Quizá Dios está tan lejos de la sociedad porque nosotros, los oficialmente creyentes, los oficialmente profesadores de la religión, estamos muy lejos de nuestros prójimos. Indudablemente hemos de reconocer que a nuestra generación nos ha tocado una difícil y fatigosa tarea: la de acomodarse al ritmo veloz y acelerado que en nuestros días ha tomado la evolución humana. Y tengo que confesar que muchas veces siento miedo y desánimo al tratar estos temas.
• ¿ Quién diseñó líneas y fronteras ?.
• ¿ Quién puso vallas a la tierra ?.
• ¿ Quién se atrevió a dividir el mundo si al principio todos fuimos
uno ?
Estamos en Semana Santa y durante ésta, la Hermandad toma especial protagonismo, encuentra su verdadera luz desde la fe de la Iglesia, y también es responsable en la educación de la fe del pueblo cristiano. Seglares, religiosas, religiosos, sacerdotes todos somos corresponsables en la misión de Cristo. Desde luego, la vida y la acción de nuestra Hermandad de Jesús en su pasión y María Santísima de los Dolores y la de sus miembros afecta a toda la Iglesia, es el anuncio del evangelio a todas las gentes, tratando de cumplir nuestra misión de enseñar el único Evangelio de Jesucristo, válido para todos a pesar de la diversidad de situaciones, orientando las expresiones de la fe del pueblo cristiano y velando por su autenticidad. La evangelización, el culto, la caridad, la comunión constituyen el ser de la Iglesia y de sus instituciones. La fe sin obras es palabrería. El culto sin fe se convierte en teatro. La caridad sin culto es filantropía. La comunión vaciada de su verdadero contenido es pura organización humana.
Que bonito definir la Hermandad como un ámbito de catequesis, donde se acoge y transmite la palabra de Dios y se camina en la fe de la Iglesia.
Nuestra Iglesia es el sitio que tiene el voluntariado más numeroso, aunque yo no puedo ser cristiana durante horas, tengo que ser cristiana toda mi vida.
El pueblo siempre es sabio. Aunque no tengamos muchos títulos hemos sabido expresar nuestra fe de muchas maneras: No podemos quitar la fe , ni la Iglesia de Cortes, si no cómo lo entendemos. Las cosas entran mejor por los ojos, a través de las imágenes vamos a contemplar al hijo de Dios que está vivo. Nuestras imágenes no están para adorarlas, las imágenes nos ayudan a saber cómo es Dios. Hemos ido poniendo nombres. Uno de los ejemplos más bonitos del evangelio es cuando Jesús entra en Jerusalén triunfante, y en vez de darle otro nombre, el pueblo le ha dado el de Pollinica. Tenemos nuestras fiestas populares, pero sabemos que tiene que haber una fe detrás. La Semana Santa no es un espectáculo y se puede expresar muy bien. Se ha mantenido porque la fe del pueblo se ha mantenido, es importante cuidar esta expresión popular, hay que saber que detrás hay unos cristianos. Es muy importante expresar públicamente la fe, es muy bueno manifestar aquello en lo que se cree, y en Cortes hay que decir que tenemos un grupo de auténticos cristianos. Es bueno saber qué representa cada imagen, es bonito saber la relación de cada imagen con el pasaje del evangelio.
La riqueza de nuestra Hermandad es la religiosidad de las personas que trabajan dentro de ella con una generosidad enorme. En la vida hay algo más que operación triunfo. Hay que agradecer vuestro trabajo y esa religiosidad popular de nuestro pueblo. La Hermandad actualmente continúa alimentando la vida cristiana de muchos católicos, es un cauce de vida cristiana para los que tienen fe y quieren vivirla sinceramente en esta parcela de la Iglesia.
María se merece todas nuestras muestras de afecto a alabanza porque es la Madre de Nuestro Señor y porque es un modelo de vida cristiana para nosotros. Cuando el ángel fue a buscar a la Virgen, posiblemente nadie hubiese fijado sus ojos en aquella mujer. Y es precisamente que aquella Niña no pretendía que nadie se fijara en ella. Ni siquiera quería la especial atención de Dios.
Una mujer grande que sabe estar en cualquier sitio, con una extraordinaria sencillez. Dispuesta a cualquier sorpresa. Se nos presenta como una mujer que salió a repartir, limpia y profunda, servidora y Señora a un tiempo. Señora de sí misma para servir a los demás. María, mujer grande, mar de generosidad. Disponible para todas las grandes empresas de Dios. Dios mira la pequeñez de María, su cariño. Una mujer de verdad, valiente. Alegre cuando responde que sí al Dios que la llama. Deja sus comodidades. Generosa sin olvidarse de lo principal, que es Dios, su Señor. Con una juventud alegre, optimista y atenta. Atenta al paso del más débil en la marcha. Atenta a la necesidad de aliento y cariño del otro. Atenta a las órdenes del Jefe, además delicada para no producir la impresión de arrogancia.
Delicada para servir como si pidiese un favor. Y por fin alegre alegría que ayuda a cantar, como Ella hizo, llena de Espíritu Santo. De dulce voluntad cuando se trata de hacer un servicio al otro, sabe someterse aceptando las consecuencias de su obediencia.
Andaba por caminos sencillos y ásperos, ordinarios pero singulares, pedregosos y gozosos a la vez, pacífica y amable , vivió de otra manera. María una mujer que acompaña al hombre, y que junto a él, en la cruz, quiere llegar a consolar, a ser útil para el mundo. Madre de la prudencia, sinceridad y humildad. María: reina de la lucha.
La música en nuestra bellas procesiones, no es un ornato sobreañadido, como si se tratara de un elemento externo o secundario. La música es también un dato identificador de la naturaleza religiosa de los actos que se celebran y por todo ello también me gustaría darle las gracias a las dos bandas que acompañan al culto religioso.
Salir en procesión supone ponerse en camino. El camino es una experiencia espiritual, es una apertura a lo nuevo, a lo desconocido, es el abandono de todo lo que tengo para encontrar algo más valioso que todo lo dejado. El pueblo de Israel caminó durante cuarenta años por el desierto para ver la tierra prometida. Nosotros somos peregrinos y caminantes de esa tierra. Pero el camino que lleva a la vida es angosto y estrecho.
La Pasión de Cristo no ha terminado, no se concluyó cuando Él inclinó la cabeza, entregó el espíritu. Continua reproduciéndose en tantos hombres y mujeres como a lo largo de la Historia, y Historia también es el presente, continúan cargando con la pesada cruz que imponemos sobre sus hombros los demás. Los cristos de hoy siguen portando sus cruces de dolor, sufrimiento y muerte por las calles. Éstos, sin adornos, músicas, desfiles ni acompañamientos de multitudes. Porque dan vergüenza, no tienen figura de humanos, son la escoria de la sociedad; y además suelen ser delincuentes. Pero no olvidemos que las cruces no nos las imponemos nosotros como en un desfile procesional, las imponemos a los demás.
Pretendo actualizar la Pasión de Cristo, personas no de ayer o de anteayer, sino de nuestro tiempo. Hay que seguir buscando escaleras para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno.
Jesús se enfrenta a la muerte. Y tiene miedo. Miedo hasta llorar, gritar y sudar sangre. Es el miedo del pueblo ante la muerte. Hoy hay en el mundo más de dos mil millones de personas que tienen los días contados. Porque sus esperanzas de vida no pasan de los cincuenta o cincuenta y cinco años.
Y a ellos hay que añadir los que son víctimas de la violencia en las guerras, de las enfermedades que no tienen curación posible, de las epidemias a las que no se pone remedio. Jesús acude al Padre de todos cuando se ve abocado a la muerte. Y nosotros decimos que hay que acudir a Dios en las situaciones límite de la vida. Pero mi pregunta es: cómo pensar en el Dios de la vida y hablar del Dios de la vida, en un mundo en el que se impone la muerte temprana e injusta.
Encarcelado como un delincuente. Jesús no fue una persona respetable. Fue tenido por un blasfemo, un agitador, un loco, un endemoniado. Jesús hizo muchas cosas que, en aquella sociedad, eran delitos, que se castigaban con la cárcel o la muerte. Hoy pensamos también en los cientos de miles de hombres y mujeres que están en las cárceles, en los campos de concentración, aislados; o amontonados sin espacio en el suelo ni para dormir. Jesús dijo: Estuve en la cárcel y vinisteis a visitarme ¨. Porque él sigue encarcelado, en todos los presos del mundo. Ellos son el símbolo de tanta privación de libertad, en una sociedad que se proclama como el logro de todas las libertades.
Como creyentes de Jesús, nuestra lucha más urgente es la lucha por la libertad. Lo llevaron ante los sacerdotes, los senadores, los notables de la religión. Él había desobedecido a las leyes opresoras de aquella religión. Había denunciado en público los pecados de aquellos sacerdotes y dirigentes religiosos. Porque Jesús no toleraba la opresión del poder, viniera de donde viniera. Y la religión no se lo perdonó.
Es decisivo entender la vida y el destino de Jesús en clave de conflictos y enfrentamientos. La tortura se ha practicado y se sigue practicando en la casi la totalidad de países del mundo, es práctica habitual de ejércitos y policías de todas clases, ideologías y colores. Con Jesús practicaron la tortura de manera brutal y humillante. De esta forma Jesús unió su suerte y su destino al de todos los que ven sus derechos humanos atropellados.
Vivir la Pasión dignamente es unir nuestra protesta, nuestra denuncia a las voces y a las instituciones que claman por una sociedad distinta. Y reconocemos que nos da pena y vergüenza ver, a veces, casi vacías nuestras reuniones en pro de los Derechos Humanos; o asistir a manifestaciones de protesta en las que apenas hay un pequeño grupo de personas. Eso nos causa desaliento. Pero como creyentes, la Pasión de Jesús nos da fuerzas para seguir adelante, a pesar de todo.
La pena de muerte no se justifica, en ningún caso, por ningún motivo. A Jesús lo condenaron a muerte con dos delincuentes, como el más famoso de todos. Jesús fue víctima del abuso de poder, de la prepotencia de los que dictan las leyes y dicen lo que está bien y lo que está mal. La cruz era el tormento más repugnante y doloroso que había en los tiempos de Jesús. Era la forma más espantosa de morir. La condena reservada a los esclavos, sediciosos y agitadores más peligrosos. Pero nosotros, que hemos adulterado incluso la cruz de símbolo de dolor y de humillación, la hemos convertido en distintivo y en condecoración, que luce en el pecho de dictadores, hombres violentos que tienen las manos manchadas de sangre. Tenemos que rescatar la cruz. Para devolverle su verdadero significado. Que es el símbolo más fuerte de la lucha contra el sufrimiento. Jesús no cargó con tanto dolor porque a Dios le guste el sufrimiento. Decididamente hay que afirmar que Dios no manda los sufrimientos que hay en este mundo. El único sufrimiento que Dios quiere es el que brota de la lucha contra el sufrimiento. Porque en nuestras manos está la posibilidad de suprimir o al menos, aliviar tantos y tantos sufrimientos. En eso consiste cargar con la cruz de Cristo.
Todos llevamos en la vida alguna cruz. O quizá muchas cruces. Pero los pobres son los que llevan la cruz más pesada. Y la llevan por culpa de los ricos. Hay tercer mundo, que se muere de desnutrición y miseria, porque hay un primer mundo, que se muere de consumismo y despilfarro. Ayudar a Jesús a llevar la cruz es, antes que nada, cargar con la cruz de los pobres, solidarizarse con ellos. Y por tanto, sufrir el enfrentamiento y la contradicción de los que no están dispuestos a dejar su instalación y su prepotencia.
Cuenta el Evangelio que un grupo de mujeres acompañaba a Jesús hacia el Calvario. Entre ellas estaba, sin duda, María, la madre del condenado. Durante miles de años, las mujeres han sido marginadas y humilladas. Hoy lo siguen siendo en casi todo el mundo. La Pasión de Jesús es también la pasión de todas las mujeres que, a lo largo de la Historia, no han tenido, ni tienen, los mismos derechos que los hombres. El camino de la cruz es también el largo camino de la liberación de la mujer. El camino de la real y concreta igualdad de todos los seres humanos. También en nuestro país, donde se sigue discriminando a la mujer de mil maneras, a veces de la forma más refinada y humillante.
Desnudo, atravesado por tres clavos mortales, colgado entre dos delincuentes, Jesús es la expresión suprema de la marginación más absoluta.
Nació en un establo, entre animales; y murió entre malhechores. Él se unió a los marginados de la tierra. La sociedad opulenta y consumista genera un Cuarto Mundo de la marginación y el desprecio: los mendigos, los vagabundos, los homosexuales, las prostitutas, los enfermos de sida, los inmigrantes, los drogadictos, las madres solteras, y tantas otras gentes que resulta imposible enumerar. Todos ellos están clavados en la cruz de Jesús. En ellos, más que en las imágenes que pasean procesionalmente por nuestras calles, está el auténtico Cristo que hoy sigue sufriendo su Pasión.
Dice el Evangelio que, estando en la cruz, Jesús gritó: ¨¡ Dios mío, Dios mío. ¿por qué me has abandonado!¨. Jesús esperaba la venida inminente y portentosa del Reino de Dios. Y el Reino de Dios no vino de esa manera. En lugar de eso Jesús fue encarcelado y ejecutado. En la boca misma de la muerte Jesús se sintió engañado, abandonado, fracasado. Abandonado sobre todo por Dios. Y con esa conciencia vivió las últimas horas de su vida. Esto es, sin duda, lo más duro que tuvo que soportar Jesús. Con frecuencia, también para nosotros, el problema de Dios resulta un misterio que no entendemos y hasta nos desconcierta, porque nos parece absurdo y contradictorio. Antes que a nosotros, eso le pasó a Jesús. El asunto de Dios no es un problema que hay que explicar con argumentos evidentes. El asunto de Dios no se resuelve en la cabeza de cada uno, sino en la vida de cada uno, en la manera de vivir que cada cual asume en su vida. Aunque al final terminemos con la impresión de habernos equivocado. En definitiva, eso es lo que le pasó a Jesús.
Jesús no murió en la cruz porque Dios decretó que así muriera. Dios no necesitaba la sangre de su Hijo para aplacar su ira contra los pecadores del mundo. Lo que allí pasó es que Jesús vivió y habló de tal manera, que su final no podía ser otro. Él luchó contra el sistema que aplasta a la gente. Por eso, el sistema lo consideró su enemigo mortal. Y no paró hasta que lo llevó a la muerte. Lo decisivo es vivir la Pasión en su traducción y realización actual: la Pasión del Mundo, que sigue imparable en la historia de la humanidad.
Hay pueblos enteros crucificados por el subdesarrollo, las guerras, la discriminación racial, la deuda externa. Y estas situaciones, que aclaman al cielo, se agravan y acrecientan cada año. Además el sistema nos ha metido en la cabeza que todo eso es irremediable. Así se fomenta la pasividad de unos y el conformismo de otros.
Pero no hay muerte del Señor sin resurrección. La Pasión y la Muerte del Señor no está completa sin ella. Sólo encuentra su verdadero sentido cuando nos damos cuenta de que efectivamente Cristo ha resucitado. Si no creyéramos y celebráramos la Resurrección del Señor sería falsa nuestra fe. El Domingo de Pascua da sentido a los días anteriores, es la culminación de toda la Semana. La verdad de que Cristo murió pero ha resucitado. Y esa fe en el Resucitado es sobre todo fe misionera. ¨Id por el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación ¨y todos salieron a predicarla por todas partes.
A principios del tercer milenio nuestra sociedad está necesitada de una segunda evangelización, ya que cada vez van siendo más las personas que no conocen la revelación de Dios a los hombres. Cada vez parecen ser más numerosos los católicos que tienen una fe muerta. A unos y a otros hay que anunciarles la Vida Eterna.
Cuando empieza el calor y los bosques sienten el azote del fuego, contemplamos unas imágenes que, por desgracia, ya se nos han hecho familiares: árboles calcinados, aviones vaciando sus litros de agua, esfuerzos casi sobre humanos de bomberos y campesinos.
Pasear por un bosque calcinado os puedo asegurar que es una experiencia horrible, que mata toda esperanza. La gente del campo no puede reprimir sus lágrimas. Bosques y sembrados, que tardarán veinticinco años o más en volver a regenerarse. Pero la vida se resiste a morir del todo. Unos meses más tarde en un tronco todavía negro, puedes percibir la aparición de un brote verde. El bosque resucita y renace una esperanza de vida... Creo que es la imagen más exacta de la transformación que experimentó el grupo de Jesús, tras el desastre de su muerte, cuando el ángel del Señor les anunció que había resucitado. Era una necesidad que Dios tenía de decirnos que Jesús era su Hijo, que en Él estaba el Camino, la Verdad y la Vida. Los cristianos necesitamos celebrar el triunfo de Jesús. Todo nos habla de optimismo y alegría contagiosa. Incluso la primavera nos dice que el sol y los campos vuelven a sonreír. Todo está de fiesta. No se sepultaron nuestras esperanzas, luchamos por la vida, nosotros, defendemos la vida.
Y vivida así la Semana Santa de nuestro Cortes es la más maravillosa del mundo .
Por último darnos cuenta que por encima de las pequeñas diferencias y las tradiciones está el hecho indiscutible de que tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de Todos, que está sobre todos, para todos y en todos.
-Gracias