PREGON DE SEMANA SANTA –2.010

 

Pregonero: D. José Camacho Rodríguez.

 

Cortes de la Frontera , 26 de Marzo de 2.010

 

 

Reverendo Cura párroco.
Hermano Mayor, junta de gobierno y cofrades de la Hermandad de Jesús en su Pasión y María Santísima de los Dolores.

Exmo. Sr. Alcalde y autoridades locales.
Querida familia y amigos de la infancia, algunos desgraciadamente ausentes.
Queridos paisanas y paisanos.

En el declinar de la vida es una satisfacción, un orgullo y al mismo tiempo una gran responsabilidad estar esta noche aquí, ante vosotros, para pronunciar el Pregón de la Semana Santa de mi pueblo.

Quiero en primer lugar dar las gracias a la directiva de la Hermandad por haberme elegido y en particular al hermano Mayor, por sus palabras en la carta de ofrecimiento, que trascribo literalmente:

“Te elegimos por tu admiración, respeto hacia la Hermandad, tu amor a Cortes de la Frontera, nuestro pueblo y tu especial vinculación con nuestra Semana Santa y tu entusiasmo por nuestras tradiciones”.
Gracias amigo Sebastián, has reflejado efectivamente lo que es mi persona, un entusiasta de su pueblo y de todo lo que con él lleva.

Esta noche hubiera deseado, cuando comencé mis estudios, haber elegido la opción de letras; que actualmente denominamos Humanidades, para así haber podido enriquecer mi lenguaje al máximo y poder exponer este Pregón, pletórico de poemas y poesías, como tan extraordinariamente lo han hecho mis predecesores. Pero me hice Médico y por ello, voy a presentar la Pasión del Señor desde el punto de vista de la Medicina.

Creo que no me va a ser útil lo aprendido en libros y manuales sobre como realizar una brillante intervención , y tampoco la experiencia porque no la tengo; pues en los libros no está, la forma de llegar al corazón de mis paisanos.

Como Cortesano , permitidme que recuerde, aunque brevemente, aquellas Semanas Santas de mi niñez. Me voy a limitar sólo al Jueves Santo de aquellos años cincuenta.

Existía un refrán, hoy en desuso, que decía:

“Hay tres jueves en el año que relucen más que el sol; Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión”.

Pues, efectivamente, casi siempre era un día lucido. Al toque de las campanas, acudíamos a los oficios de las once. Procurábamos utilizar nuestras mejores galas.

En la ceremonia religiosa, cuando el sacerdote cantaba el Gloria, repicaban las campanas y ya se silenciaban durante los días siguientes.

A mi memoria viene un artículo publicado hace poco en Jaén, que trataba sobre un señor que le molesta el toque de las campanas de la Catedral y entre otras publicaciones había una de un poeta, que decía que el toque de las campanas era como el latir del corazón de un pueblo y que cuando se callan, el pueblo ha muerto. Efectivamente , con el silencio de las campanas, Cortes estaba de luto y el ambiente era de tristeza.

Recuerdo cuando doce cofrades subían al altar Mayor para el lavatorio de los pies con sus túnicas y capirotes. Ceremonia que rememora como Jesús amó a sus discípulos. Una de esa manifestación de amor, fue el lavatorio. Según nos relata Juan en el capítulo 13 versículo 15:

"Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros”-

Cuando terminaban los Oficios se llevaban al Santísimo en procesión, bajo Palio, en el interior de la Iglesia, acompañado por los cánticos de Tantún Ergo y el himno de Congreso eucarístico “Cantemos al amor de mis amores”

Después, el sacerdote depositaba la Sagrada Forma en el sagrario, situado en el vértice superior de aquel bello Monumento de forma piramidal, lleno de flores, velas y cirios. Permaneciendo allí hasta los oficios del día siguiente.

Recuerdo cuando el Alcalde y el Juez de Paz entregaban sus varas de mando, y entrecruzadas se colocaban a los pies del Monumento.

Recuerdo cuando se bajaba el trono de la Virgen y se colocaba en su cuello, como si de un collar fuera, las llaves del Sagrario prendida en un cordón de oro.

Aquel era el día, si no lo habíamos hecho antes , en que poníamos los pañuelos en los varales de los pasos para así tener nuestro puesto de costalero. Empezábamos por los pasos menos pesados, como era la Magdalena, para en años posteriores seguir subiendo hasta poder llevar a la Virgen, que siempre estaba muy cotizada. Algunos se adelantaban antes que nadie,por ejemplo, mi amigo Pepe Rojas , Paco Domínguez (que en paz descanse ), parecía como si dejaran el pañuelo de un año para otro.

Recuerdo una anécdota curiosa. El año que vino a predicar los sermones de Semana Santa, Fray Francisco de Pamplona, lo invitaron a comer mis padres el Jueves Santo. Después de la comida, tal vez un poco alegre, se puso a cantar con Pepe Sánchez unas jotas de Pamplona. Aquello fue un escándalo, que un sacerdote cantara el Jueves Santo. El contestó que estábamos equivocados, ya que el Jueves Santo es día de alegría porque se conmemora la institución de la Eucaristía.

Continuando con mis recuerdos, cuando llegaba la tarde del Jueves Santo, acudíamos casi todo el pueblo a la visita al Monumento. A medida que la noche avanzaba, se iba reduciendo el número de personas, quedando siempre las mismas que se estaban toda la noche velando al Santísimo, muchas de ellas ya no están con nosotros.

Me parece ver en esas bancas pequeñas delanteras las mismas personas y entre ellas a mí querida abuela. Entre rezos de rosarios y Jaculatorias daban algunas cabezadillas y también algún ruido gutural por la mala postura de dormirse sentadas en las bancas.

Esa costumbre la heredé de ella y he estado cumpliéndola hasta que el Concilio Vaticano reformó la liturgia y solo se hace, la Hora Santa, que todos los Jueves Santos celebramos.

Por la madrugada nos despertaba el ruido sordo y brusco de la Traca ,anunciándonos la procesión de las Tres caídas. Sin pereza nos levantábamos y casi dorrmidos cogíamos alguna magdalena de las que se hacia en esos días, nos poníamos nuestra túnica y acudíamos a la llamada.

Pero no quiero que las nuevas generaciones me acusen de batallita , y por ello, dejaremos aquellos bellos recuerdos de mi niñez.

A los trece años, tuve que marchar del pueblo para poder seguir estudiando, ya que entonces no existía ese magnifico Instituto que hoy disfrutamos.

Con mucho sacrificio por parte de mi familia y con la colaboración de mi tío Miguel ,pude emprender mi vida de estudiante y conseguir lo que siempre deseé, ser médico.

Después forrmé una familia con mi mujer y pase de ser hijo único, nieto único y sobrino único a familia numerosa.

Gracias a ella , no perdí el contacto con mi pueblo, sino todo lo contrario, ya que supo adaptarse perfectamente a las amistades, gastronomía y costumbres, y como una cortesana más, acompañar a la Soledad, si la salud lo permite, la noche del Viernes Santo.

A mis cuatro hijos , que me acompañan con sus respectivas familias, he procurado inculcarle el amor a mi pueblo, procurando que vinieran con frecuencia para que así tuvieran sus amigos y apego a las cosas de aquí.

Ahora mi batalla es conseguir que por lo menos, mis nietos, que pronto serán siete, conozcan y recuerden el pueblo de su abuelo.

Cuando después de unos años de ausencia, por motivos profesionales ,volví , qué buena impresión llevé con la unificación de las dos cofradías y con que ,ánhelo , estímulo y religiosidad que se celebraba la Semana Santa y todo gracias a esa labor que con constancia hacéis los cofrades y la colaboración de todos.

Es de admirar ese entusiasmo que tenéis y que cada año nos sorprendéis con alguna novedad dentro de la Semana Santa, ya sea reformas de tronos, restauraciones de imágenes, nuevos mantos para la Virgen o nuevos estandartes con los que nos tiene acostumbrado Diego Gómez.

Recuerdo que en los años cincuenta no nos podíamos permitir ningún extraordinario, porque no había dinero. Un año, mi padre, perteneciendo a la junta directiva de la Hermandad, consiguió de Algeciras, no se si prestada o alquilada, más bien lo primero, una capa blanca. Aquello causó sensación en la Semana Santa.

Yo os animo a que sigamos por el mismo camino y que nuestra Semana Santa sea reconocida por su religiosidad, respeto y progreso.

Recuerdo las palabras de nuestro párroco en la víspera de la última feria cuando con motivo de la renovación de los cultos de los santos Patronos, San Roque y San Sebastián, decía que las procesiones son manifestación de nuestra fe en la calle . Efectivamente en esta época de libertad, que gracias a Dios vivimos, ¿Por qué no podemos los cristianos manifestar nuestra fe con las procesiones que son recuerdos de la pasión del Señor?

Cuando llega la Semana Santa, ya no hay ni derechas, ni izquierdas ni centro, ni morados ni colorados. Todos al unísono acudimos a las procesiones con devoción, otros, los menos, por curiosidad y casi todos a ver como ha arreglado su camarera a la Virgen y que nuevo ajuar le ha preparado nuestro paisano Diego.

Hace unos años tuve una experiencia que creo ha sido unas de las mejores de mi vida . Fue un viaje no de placer ,ni de turismo, sino de peregrinación a Tierra Santa . Recorrimos los lugares descritos en los Evangelios y como casi siempre ocurre, la realidad choca con lo que uno guarda en el recuerdo.

Cuando íbamos llegando a Jerusalén, desde una meseta se divisaba la ciudad. Con respeto y algo emocionados , entonamos todos el Salmo de Jerusalén 121.” Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén….

Al día siguiente , estuvimos en un lugar llamado Valle de Cedrón. desde la planicie se divisaba Jerusalén y sus murallas.

Era el camino que recorrió Jesús desde Betania a Jerusalén.

Pensé que la entrada Triunfal de Jesús , seria como la que nosotros celebramos el Domingo de Ramos con la procesión de la Pollinica.

A mediodía y con un sol radiante, acompañamos con palmas y olivo a Jesús subido en la borriquilla, que recorre las calles del pueblo .Desde la empinada calle Balcón, Jesús divisará a un pueblo blanco con sus fachadas recién encaladas, que se engalanan para estas fiestas.

Como todo estaba lleno de recuerdo viene a mi mente ,María Rosario la telefonista , que con tanto arte tejía aquellas palmas , haciendo verdaderas filigranas, y que la mejor la lucía San Juan, durante toda la Semana Santa y otras eran colocada en los balcones en recuerdo del Domingo de Ramos.

Junto al Valle de Cedrón, se encuentra lo que queda del huerto de Getsemaní. Ocho olivos gigantescos con troncos retorcidos por el paso de los años y que aún permanecen con vida. Considerados auténticos en el año 1461 por el Obispo de Sainte.

En aquel huerto llegó Jesús con sus discípulos y se puso a orar.

No olvidemos que Jesús además de ser Dios era Hombre y como tal sufrió.

Y aquí comienza la Historia Clínica de su pasión.

Según los estudios realizados en la Sabana Santa de Turín con carbono 14 e isótopos nos revela, que Jesús fisiológicamente, era un hombre de anchas espaldas, de unos ochentas kilos de peso y una estatura de 180 cm , piel oscura, nariz afilada tipo judío, mentón pronunciado , ojos profundos y constitución atlética.

Según las escrituras, sufrió de angustia mental y llego a sudar sangre. Este raro fenómeno puede ocurrir en altos estados emocionales o personas con desórdenes sanguíneos y tiene el nombre científico de hematidrosis y aunque este desorden no produce mas que unas pequeñas gotas de sangre, sí provoca unos escalofríos intensos.

Siguiendo con nuestra visita, fuimos a la Torre Antonia, antigua fortaleza reconstruida. En los sótanos existe una pavimentación de grandes piedras irregulares que coincide con las referencias del Evangelio de San Juan que denomina ENLOSADO, donde fue juzgado Jesús.

De nuevo mi mente vuela a la noche del Miércoles Santo cuando nuestro Padre Jesús, en su trono lleno de flores y luces, a hombros por unos cortesanos, va esbelto, con un cordel dorado atado a una bella columna , por la calle Ruiz Martínez, dejando sombras fantasmagóricas en las fachadas encaladas.

Pero aquel escenario tuvo que ser distinto.

En aquellos sótanos abovedados estaría un hombre que según revelaciones de Sor Catalina Emmerich, monja Agustina del siglo XIX , decía que frente a Él, llegaron los verdugos con los látigos y cuerdas que colocaron al pie de la columna. Eran seis hombres de piel oscura y más bajos que Jesús. Eran malhechores de la frontera de Egipto. Los más perversos ejercían de verdugos en el pretorio.

Parecían bestias o demonios y estaban medio borrachos golpearon a Jesús con sus puños y lo arrastraron hacia la columna. Una vez sujetado, con violencia, comenzaron a azotarlo desde la cabeza a los pies .Los látigos eran al principio de madera blanda y flexible.

El Dios verdadero hecho Hombre se retorcía y temblaba bajo los golpes. Sus gemidos suaves y claros se oían como una oración en medio del ruido de los golpes.

De vez en cuando los gritos del pueblo y de los fariseos llegaban como una ruidosa tempestad y cubría sus quejidos. Una trompeta sonaba en el tumulto para pedir silencio.

Pasado un cuarto de hora los dos verdugos que azotaban a Jesús eran reemplazados por otros. El cuerpo de Jesús estaba cubierto de manchas negras, azules, coloradas y su sangre corría por el suelo.

La segunda pareja de verdugos empezó a azotar a Jesús con redoblada violencia. Usaban otro tipo de varas. Eran de espino con nudos y puntas. Los golpes rasgaban la piel y su sangre salpicaba.

Jesús gemía y se estremecía.

Dos nuevos verdugos sustituyeron a los últimos. Estos le azotan con correas que tenían en las puntas unos garfios de hierro con los cuales arrancaban la carne a cada golpe.

Sin embargo, su rabia no estaba satisfecha, lo desataron y lo volvieron atar de nuevo a la columna con la espalda vuelta hacia ellos. Le ataron las manos por detrás y se echaron sobre Él con las varas en las manos y el cuerpo del Salvador era una sola llaga.

Miraba a sus verdugos con los ojos ensangrentados, como queriendo pedir misericordia, pero la rabia de ellos se redoblaba. Esta terrible flagelación duraría tres cuartos de hora, después cayo sobre el suelo empapado de sangre y casi deshidratado por las hemorragias.

La coronación de espinas se llevo a cabo en el patio interior del cuerpo de guardia. En medio del patio había un fragmento de pila. Pusieron sobre ella un banquillo muy bajo y lo llenaron de piedras.

Le quitan de nuevo las ropas que le quedaba y le colocan una capa vieja colorada. Lo arrastraron al asiento bruscamente y entonces le ciñeron la corona de espinas en la cabeza atándosela por detrás.

La corona estaba hecha de varas de espino típico de aquella tierra. Desde entonces se denomina “Espinan Cristi”. Estaba bien trenzada y la mayor parte de las púas vueltas hacia dentro. La colocaron con tanta violencia que sus ojos se llenaron de sangre.

Se arrodillaron ante Él, le escupieron la cara y lo abofetearon.

Jesús sufre una sed horrible a causa de la fiebre provocada por las heridas, solo la sangre que caía de su cabeza refrescaba sus labios entreabiertos.

Comprendo que el relato de la flagelación puede herir la sensibilidad de muchos de nosotros, pero creo necesario que los cristianos sepamos de aquel sacrificio que hizo el Hijo de Dios , hecho hombre, por nosotros.

A las siete de la mañana , se organiza un Vía Crucis desde la Torre Antonia, se hizo temprano para evitar el bullicio de los mercadillos, por el mismo itinerario que hizo Jesús .Mis recuerdos vuelven a ese nuestro Vía Crucis que el Viernes Santo hacemos por las calles del pueblo para terminar en la Camaretas.

Al igual , intercambiamos la Cruz y la lectura de las estaciones entre los peregrinos.

Al llegar a la cuarta estación, en la esquina de una callejuela, había una lápida de mármol con un bajo relieve conmemorando el encuentro del Señor con su madre, Mi mente, como siempre ,voló a la noche del Jueves Santo, a la ceremonia en la plaza del Ayuntamiento de mi pueblo , cuando coincidiendo con las doce de la noche, la luna llena, de la Pascua de Nisán, lanza sus destellos queriendo iluminar las callejuelas que dan a la plaza, como queriendo guiar a la Virgen, acompañada por San Juan y la Magdalena, al encuentro de Jesús.

Como olvidar ese momento , cuando la banda de música, dirigida por nuestro paisano Alonso,y cornetas tocan a silencio . Es el momento del encuentro de la Virgen con Jesús (que nosotros llamamos las tres caídas).

Pero me di cuenta de que aquel escenario tuvo que ser totalmente distinto. Allí también habría luna llena ,per estaría María cubierta por un manto, para no ser reconocida. Allí no habría silencio, sino blasfemia e insultos de aquellos mismos que días anteriores lo habían aclamado.

Allí estaría Ella, esperando que pasara su hijo, destrozado de la flagelación a que había sido sometido la noche anterior. Ensangrentado, deshidratado, lleno de lesiones por todo el cuerpo y cargando sobre su espalda la parte transversal de la Cruz, que se llama patibulum.

En el cuello colgado ,una tablilla , que decía en Arameo: ”Rey de los Judíos”.

Esa madre totalmente atormentada por aquella visión, se preguntaría ¿por qué?. Tal vez Jesús, con la mirada cubierta de sangre y sudor, le respondería que lo hacia voluntario y por nosotros.

Continuamos el Vía Crucis y en la décima estación, cuando se recuerda la escena de la crucifixión, cómo no acordarme de esa maravillosa estampa de nuestro Crucificado por la plaza del Guitarro, que envueltos por los arcos de triunfo que organizan esas hermosas palmeras , parece que Jesús con sus brazos abiertos en la cruz, pretendiera darnos un abrazo a toda la muchedumbre , que apostados en aquel lugar esperamos verlo en su bello trono alfombrado de lirios y claveles.

Pero de nuevo choca la imaginación con la realidad.

Aquel escenario , aunque había palmeras también, tuvo que ser distinto.

Allí llegó una persona destrozada , sangrante, deshidratada, con lesiones por el cuerpo y rodillas , por las caídas que había tenido. Tirado con cordeles por unos verdugos dispuestos a satisfacerse, todas las ansias de venganza.

Lo tiraron sobre el patibulum, ya que el brazo vertical o Stips estaba clavado de antemano en el suelo. Un soldado se sentó sobre su brazo derecho para que no resbalara y cogiendo unos clavos , de unos 15 cms. de largo con punta aguzada , los clavó, no en la planta de la mano sino en el espacio de Destot, que es lo que llamamos la muñeca , y lesionando el nervio mediano, que es sensorial y motor, le ocasionó intenso dolor y la contracción de los músculos, con la consiguiente flexión del pulgar en el hueco de la mano.

Cuando los brazos estuvieron clavados al madero, los soldados lo amarraron con sogas y empezaron a tirar de Él, deslizándolo sobre el palo vertical, y así fue elevándose lentamente.

De nuevo el verdugo hizo uso de sus herramientas , y cruzándole los pies y flexionando las rodillas, atravesó con un clavo aún más largo los tobillos.

Por costumbre y para prolongar más la agonía a los crucificados, se le ponía una cuña llamada “Sedice”, para que descansara los pies. También se le daba vino con mirra, por las mujeres presentes, que servia de anestesia. Jesús lo rechazó, ya que no quería enmascarar su muerte voluntaria por nosotros.

La postura del cuerpo en la Cruz impide a los pulmones oxigenarse adecuadamente ya que están inmovilizados los músculos del tórax. Ello produce hipoxia (falta de oxigeno) que contribuye a producir cianosis(piel amoratada) por todo el cuerpo y por último, falta de oxigeno en el cerebro y la muerte.

Jesús, permaneció en la cruz desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Su cara se fue amoratando, las venas del cuello se le hinchaban, con los ojos abiertos y fijo en el cielo exclamó:” Todo esta consumado”.

Sintió un dolor atroz que le recorría todo el cuerpo, se revolvió en un último espasmo, apretando los dientes, reunió las últimas fuerzas que le quedaban y lanzando un fuerte grito expiró.

Un centurión con su lanza de unos dos metros de largo, atraviesa el costado derecho llegando hasta el corazón, para así asegurarse de su muerte; pero Jesús ya estaba muerto y por su herida solo salio un líquido transparente, posiblemente, seria pleural y pericardio.

Jesús Mío

Te clavaron

La lanzada

En la Cruz.

Y ahora estás

Aquí escondido

anonadado

Cada día, por mí

En la Eucaristía.

“Mirad, al que traspasaron.”

Estas en la Custodia,

Relicario sagrado,

Para que te adoremos.

Para que, ahora

¡Miremos al que

Traspasaron!

Señor

Jesús mío estás

Ahora

¡hecho cosa de amor¡

(Poesía de Dolores Navarro Rubio)

Aquí podría terminar la historia clínica de Jesús.

Mateo señala que hubo un seísmo y un eclipse de sol y se llenó todo de tinieblas, fenómeno inexplicable científicamente, ya que al encontrarse en Plenilunio, la Luna está oculta por la Tierra a esa hora.

Pero como muerte violenta, en los tiempos que corren habría que hacer un certificado de defunción.

En medicina, cuando tenemos que extender un certificado de defunción, se rellenan unos impresos que constan de tres apartados...

Causa inmediata de la muerte.

Causa fundamental.

Motivos.

La causa inmediata de la muerte, casi siempre es por un fallo del trípode vital (descrito por Bichat) que son las funciones cardíacas, respiratorias y nerviosas. Esta causa inmediata está a su vez basada en alteraciones generales graves, que seria la causa fundamental.

Pues bien el Doctor Lorente, profesor de medicina legal de la Facultad de Medicina de Granada, en una de sus publicaciones, reproduce el certificado de defunción de Jesús, y literalmente dice:

* Causa inmediata de la muerte de Jesús:

Anoxia en la sangre, es decir falta de oxígeno, como consecuencia de la pérdida de sangre por las hemorragias y que afectó al cerebro.

Insuficiencia respiratoria mecánica por las múltiples lesiones de los músculos del tórax y por la postura de la cruz que da lugar a insuficiencia cardíaca.

* Entre las causas fundamentales están las múltiples heridas incisa, contusa, equimosis, cianosis y hematoma por el cuerpo.

Y, por último

El motivo: Criminal

El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Deus caritas est. (Dios es amor). Dice: En la muerte en Cruz de Cristo, se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Es allí en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor .Y desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amor….

Siguiendo aquel Vía Crucis llegamos al Santo Sepulcro.

De nuevo me tropiezo imaginariamente con la tarde del Viernes Santo en mi pueblo, por la calle Alcantarilla. Ese Bello Sepulcro dorado envuelto en flores, acompañado de casi todo el pueblo y autoridades, escoltados por la guardia civil. Esas bellas mujeres luciendo su mantilla negra en señal de luto y en el cielo esos nubarrones que como crespones negros, envuelven los últimos rayos del Sol de la tarde, que algunas veces dejan caer sus lágrimas en forma de lluvia, sobre aquel cuerpo yacente.

Pero aquel escenario era más frío e invitaba a la meditación.

Dentro de la Basílica existe una abertura de no más de un metro de alto, que da a un recinto cerrado que es el Sepulcro. En la entrada esta siempre un sacerdote ortodoxo en continuo rezo del Breviario.

Verdaderamente, aquí me faltan palabras para expresar lo que se siente cuando se arrodilla uno ante aquella piedra grisácea alargada, del tamaño de un ser humano y que se sabe lo que representa. Un escalofrío recorre el cuerpo desde los pies a la cabeza y hay que ser poco sensible para no dejar resbalar unas lágrimas y hacer acto de contrición ante Aquel que lo dio todo por nosotros.

Cuando Salí del Sepulcro me hice una pregunta, ¿Qué habría sido de aquella madre después de dejar su hijo en el sepulcro?

Aquí si encontré la repuesta, porque veía a nuestra Dolorosa en la noche del Viernes Santo , liberada de coronas , oros , adornos y con un simple manto negro, con esa belleza singular de mujer humilde , sus lágrimas en los ojos que le impiden ver sus manos , donde tiene puesta su vista , tal vez recordando lo que en ellas tuvo aquella tarde , como era el cuerpo yacente de su hijo.

También vi a mi pueblo que como si de un velatorio de un cortesano se tratara, te acompañan por las calles del pueblo de Cortes, con respeto , con silencio , solo interrumpido por el redoble de un tambor , el susurro de un Ave María o el rezo más alto en forma de saeta , que tan maravillosamente la cantan mis paisanas.

Cuando en la plaza de la iglesia te vuelves hacia nosotros, como para darnos las gracias por el acompañamiento, nosotros, tal vez fundamentándonos en nuestra fe, queremos darte una respuesta a ese ¿Por qué?, que te has hecho durante todo el día. Diciéndote que toda aquella amargura tiene un final feliz y que mañana tu hijo resucitará para salvarnos a todos.

Como dicen las escrituras, ya que hemos participado de la muerte de Él, también participaremos de su Resurrección.

Quiero despedirme de ti, Virgen de la Soledad, con un fragmento de una poesía de D José María Pemán:

Pero en tanto que Él asoma,
Señora, por las calladas
¡Por tus tocas enlutadas
Y tus ojos de paloma!
Recibe mi angustia y toma
en tus manos mi ansiedad
y séame, por piedad
Señora del mayor duelo
tu soledad sin consuelo
consuelo en mi soledad.



Para terminar quiero felicitar a todas las Lolas del pueblo ,y si me lo permitís, un recuero para mi madre que hoy también seria su onomástica.

Gracias por vuestra atención

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