PREGÓN DE SEMANA SANTA 2024

 

Pregonero: D. José Luis Guerrero Pérez

 

Cortes de la Frontera, 22 de Marzo de 2024


Que nadie marque mi camino, que nadie diga cuándo tengo que rezarte,

que no vengan a imponerme con leyes cuándo debo suplicarte,

no impongo mi creencia por la fuerza, solo hablo de rezar un padrenuestro y,

si me pides perdonar, yo perdono aunque duela perdonar al que te ofenda.

PRESENTACIÓN.

En primer lugar, buenas tardes a todos los presentes y dar las gracias a la hermandad, al Hermano Mayor y resto de la Junta Directiva por el gesto de amistad, generosidad y confianza, por brindarme esta oportunidad.

No sé si soy el más idóneo para estar hoy aquí presente, ya que siento que mi vivencia con la Semana Santa aún es corta y me queda mucha experiencia por delante.

Es un privilegio y un honor estar hoy aquí, presentando la tan bonita semana que nos queda que vivir.

Fue un viernes, 17 de mayo a última hora de la tarde, cuando mientras estaba trabajando recibo una llamada de Juanmi. Para mi sorpresa, no era Juanmi, sino Pepe, nuestro Hermano Mayor.

Aún más sorprendido me quedé cuando la propuesta iba encaminada a ser el PREGONERO de la Semana Santa 2024.

Una vez que ya decidí afrontar esta responsabilidad, sopesé dónde me había metido con lo que me cuesta a mí hablar en público, y seguidamente pensé en pedir ayuda, acordándome de un compañero que ya había pasado por esto,nuestro hermano “Checa”, el cual me aconsejó que basase este pregón en mis vivencias y en mi fe, y, por supuesto, le hice caso.



QUÉ ES LA SEMANA SANTA




Muchos pensarán que la Semana Santa es una representación en la calle de la Pasión de Jesucristo, y no se equivocan. A grandes rasgos es así, desde que Jesús monta en su pollino, hasta su muerte y posteriormente su resurrección, la Semana Santa trata de representar todos y cada uno de estos vehementes momentos.

Sin embargo, no solo se trata de eso. Todo lo que se muestra durante esa semana es el duro trabajo de las hermandades y cofradías, el esfuerzo de costaleros, y hombres y mujeres de trono, de sus capataces, de adornos florales,días de ensayo y comederos de cabeza, música, arte y cultura; ¡y cómo no! Todo lo mencionado no tendría sentido sin nuestra creencia y fe, ya que, si no eres capaz de ayudar, amar o perdonar, no existe la Semana Santa; sería simplemente una farsa, viste de penitente o costalero, y no te llames “creyente”, porque tú no crees en nada.

“Semana Santa”, además, es sentir la emoción al ver salir ese trono por el que sientes algo especial; es vivir esos momentos en la Iglesia justo antes de la salida o el café para reunirnos; el incienso que ponemos en nuestras casas al son de las marchas que nos gustan; ver a esos pequeños y jóvenes que con sus palmas acompañan a la Pollinica en el Domingo de Ramos, que las alzan al cielo para que sean bendecidas por nuestro párroco. Y, es aquí, cuando piensas que aún hay niños dispuestos a aportar su granito de arena a esta tradición. Esas mujeres, muchas de ellas descalzas, con lo que ello supone, que van delante de su imagen con sus velas, rogándoles y haciéndoles promesas, ¡qué seríamos sin ellas!. Esos hermanos y hermanas de nuestra hermandad, que en mayor o menor medida, se involucran de forma altruista, a veces echando más horas que en el trabajo. ¡Benditos sean todos ellos!

Pero no solo se basa en eso, también se basa en días de convivencia y hermandad, en acordarse de nuestro Cristo o nuestra Virgen en los momentos más difíciles de la vida, poniéndoles una vela a sus imágenes o rezándoles, acordándose de nuestros seres queridos cuando están lejos o en ayudar al prójimo cuando lo necesite sin buscar nada a cambio. Y es que, en mi caso, con el preciado trabajo que tengo, no hay servicio más gratificante que ayudar a quien lo necesita.

El sentir cofrade también se refleja cuando se acerca la fecha y ves a tu madre, que con todo el cariño y esmero del mundo, comienza a preparar las túnicas, las lava y las deja colgadas para que no se arruguen (como si no se fuese a arrugar de camino a la iglesia). ¡Benditas sean esas madres! En mi caso, ella siempre me manda fotos cuando comienza el proceso, y no solo de mis túnicas,sino también del traje de mantilla de mi hermana; es ahí cuando a mí se me pone el pelo de punta y digo: “esto ya está aquí”.

Semana Santa cortesana es que el trabajo de preparo y planchado que se ha realizado anteriormente, no sirva de nada debido a la peculiar forma que tenemos la gran mayoría de nosotros de hacer un ocho con la túnica, un nudo con la cuerda y echarla al hombro.

El sentimiento cofrade también se refleja en todas aquellas personas que con su esfuerzo y valentía ponen, con la voz en el alma, el canto tradicional de la saeta.¡Gran esencia de nuestro pueblo es el mecido del trono al son de las saetas!.

No me podía olvidar de otra gran peculiaridad de nuestra Semana Santa, y que es que no hay nada más cofrade y cortesano que los traslados de los tronos del sábado. La unión de los que colaboramos en este momento es excepcional, unos ayudando a colocar el trono en el camión, otros haciendo contrapeso para que los tronos no se vayan para atrás y los más mayores aportando su hombro para meterlos en la iglesia. Menos mal que mis compañeros de trabajo a esa hora estarán desayunando porque, si no, nos llevamos la receta. Y para finalizar este proceso, llega para mí uno de los momentos más bonitos que se pueden vivir en este mundo; la exaltación de cada una de nuestras imágenes a cada uno de sus tronos.

CÓMO EMPEZÓ TODO.




Desde siempre he sido un enamorado de la Semana Santa, principalmente la de nuestro pueblo; y es que como para no estar enamorado de nuestras imágenes procesionando con sus bonitos tronos por las calles estrechas (como el Toledillo), esas escaleras que tanto nos complican la vida desde el primer día, esos cables por los cuales hay casi que besar el suelo, al igual que esa entrada majestuosa de Padre Jesús en la plaza del ayuntamiento. No nos podemos olvidar de nuestra alameda del Guitarro, el paso por los cuatro chorros o el sorteo de los balcones de la calle peatonal, y por supuesto, la siempre tediosa y complicada vuelta a casa de la calle Real; y, como no, el Ayuntamiento como testigo del paso de cada uno de los tronos. Pero es que son todas estas dificultades, junto con la fe demostrada a nuestros titulares, lo que hace de esta Semana Santa de Cortes de la Frontera tan bonita, especial y grandiosa.

Siempre me acuerdo de cuando era pequeño, los nervios que tenía cada Domingo de Ramos, siendo el primero siempre en estar preparado para subir a ver la Pollinica. Y digo subir, porque como muchos de vosotros sabréis, parte de mi infancia y juventud la he pasado en casa de mi abuelo, en la Estación de Cortes.

Los Lunes y Martes Santo, me pasaba las horas esperando a que llegase la emisión de Andalucía Directo, para no perderme ni un rinconcito de la Semana Santa andaluza, junto a mi hermana, mi madre y mi tío, tradición en mi familia.

Luego llega el día de mi debilidad, el Miércoles Santo. Cruje la canastilla de madera añeja al compás de las suaves mecidas, Dios atado a la columna azotado por su gloria. Esa mirada cautiva que se clava en el alma, bajo la atenta mirada de tu Sierra Blanquilla, es el día en el que procesiona nuestro Padre Jesús. Alguno me preguntará que por qué esa fe y admiración hacia él, y la verdad es que casi nunca sé responder, no es algo tangible. Quizás los sentimientos al verlo, el rezarle en los momentos difíciles y pedirle ayuda, a lo que si le sumamos esa cara majestuosa con su túnica color burdeos y el trono color caoba procesionando por nuestras calles, tal vez la suma de todo sea la respuesta a la anterior pregunta.

Y es que desde que era un crío, siempre me ha encantado el paso de Padre Jesús por Calle Botica seguido de la bajada por el Toledillo.

Enamorado me tienes, mi alma a ti se encuentra atada, noto que algo te debo. Son muchas las horas siendo tus pies, otras tantas siendo tu voz; no sé lo que aguantaré, pero de una forma u otra siempre estaremos unidos.

Llegó la noche a la plaza y tu plaza siempre espera porque solo puede verte una noche en primavera, la noche en la que todo un pueblo se junta en su alameda,frente a nuestro sublime ayuntamiento y unido como pocas veces se ve a lo largo del año. Todos esperando el paso de Padre Jesús bajo el puente, tan bonito a la vista como sufrido para los hombres de trono y sus capataces, y no solo por la dificultad de agachar el trono a una cuarta del suelo, sino también por ser el suelo tan resbaladizo. Tras esto, la espera para ver la preciosa imagen de los cuatro tronos reunidos a los pies del monumento cortesano mientras suena “La reina de San Román” y la peculiar realización de las “Tres caídas”.

Tras la entrada de Jesucristo cargando con el peso de su cruz y el peso de todo un pueblo, llega a la alameda María Magdalena, siempre fiel a su cristo, nunca lo dejará solo, y, justo detrás, San Juan indicando siempre el camino a una madre desconsolada.

Acude María Santísima de los Dolores al encuentro de su hijo, con su cara llena de lágrimas, mostrando el dolor que llega a sufrir una madre cuando lo más preciado para ella pasa penurias.

Viernes Santo, posiblemente el considerado día grande de nuestra Semana Santa. Día en que todo el pueblo se viste de gala, día en el que Cristo es crucificado, presidiendo la procesión, esa imagen con la mirada perdida, buscandola ayuda de su padre momentos antes del último suspiro; día de Angustias, las de esa madre que en brazos tiene a su hijo yacente; y día en el que lloramos la muerte de Cristo.

La peculiaridad de ver por la calle Real al son de “La saeta” esos cinco tronos seguidos, que sin duda llama la atención de cualquier persona que nos visite en este día. Y es que, además, es un día complicado por la cantidad de esfuerzos que se realizan por sortear mil y un cables colocados de forma casi estratégica para hacerlo aún más bonito si cabe.

Cae la tarde, y es hora de ver al Santo Entierro, donde el verde esperanza del manto de nuestra dolorosa se convierte en luto, mostrando el dolor de una madre con la pérdida de su hijo. Precioso es ver esa Calle Real oscureciendo con su madre de fondo.

Me atrevería a decir que a cualquier cortesano se le ponen los vellos de punta cuando ve y, por supuesto escucha, salir el solemne trono con Cristo yacente al son de la marcha “La madrugá”, interpretada por nuestra banda de música, seguido de nuestra majestuosa madre.

Son las doce; cerrada la noche y oscura, la pena se convierte en llanto y el silencio en amargura, se abren las puertas de nuestro templo para procesionar la Soledad. Con recorrido corto, pero no por ello menos bonito. Soledad la de la madre de Dios que llora desconsolada el mayor dolor que puede tener una madre.Soledad que, con permiso de otras, es la peor enfermedad que pueda tener una persona.

Cuando todos lloran la muerte de Cristo, llega el tercer día y resucita, dándole sentido a todo lo sufrido los días predecesores. Posiblemente, el momentomás esperado por los más pequeños de la localidad, lleno de alegría y corriendo con Jesús resucitado.

MI RECORRIDO EN LA SEMANA SANTA CORTESANA




Siempre he tenido devoción por Padre Jesús, como bien la mayoría de los aquí presentes saben. Otra de mis debilidades de la Semana Santa cortesana ha sido y es nuestro Santo Entierro, procesión que me parece preciosa y que nunca he querido perderme, siendo portador del trono durante varios años.

Sin embargo, no solo mi camino por la Semana Santa del pueblo se basa en Padre Jesús y Santo Entierro, sino que también he ayudado en alguna ocasión con María Magdalena, la Soledad y la virgen de las Angustias.

Un gran momento para mí fue cuando pasé a ser la voz y la vista de mi Cristo.

Fue en el año 2017, cuando allá por febrero recibí una llamada de un número que no tenía guardado; era el Hermano Mayor de nuestra hermandad, Don Paco Barroso, quien me brindó la oportunidad que no dudé en aceptar.

Anteriormente, ya mi buen amigo Miguel Ángel Gil y yo, nos habíamos postulado como capataces del Santo Entierro, así que la aventura por mi parte empezó a ser doble.

Las primeras complicaciones llegaron cuando tuve que empezar a buscar hombres de trono, que puede parecer fácil, pero no lo es. Es una tarea en la que se debe buscar la fe cristiana, el sacrificio que es capaz de llevar a cabo una persona,ya no solo por su devoción, sino también por su cultura, por la belleza de nuestros titulares, de sus tronos y de la combinación de ambos realizando estación de penitencia, o incluso por tradición familiar. El problema llega cuando no todo el mundo es capaz de seguir con la tradición, la fe o la cultura.

Cada vez son más los que por problemas físicos van dando un paso al lado, o, mejor dicho, vamos dando un paso al lado, debido a que, con mis solo 30 años, ya voy acumulando fatigas. La juventud, debido a sus trabajos, no se encuentra en el pueblo; otros muchos, creyentes o no, deciden no poner su granito de arena, y otros tantos les llama más la atención el sentir cofrade de otras ciudades.

Aun con todas estas circunstancias, los capataces hacemos el esfuerzo de llamar, mandar WhatsApp o buscar a esas personas dispuestas a echar una mano.

Año tras año hay que darle vueltas a la cabeza para que todos vayan relativamente parejos. Para ello hay que tirar de carrete, que hoy en día con tantas fotos y vídeos en los móviles lo tenemos fácil.

Todavía recuerdo ese primer Miércoles Santo, cuando llegas a la iglesia con tu folio en el que llevas totalmente planificado la posición de cada uno de los hombres de trono, porque crees saber y recordar la estatura de cada uno de ellos. Los colocas y empiezas a darte cuenta de que aquello que llevabas tan cuadriculado empieza a fallar, y es que algunos crecen, otros van para viejos y se hacen pequeños y ya nada cuadra. Corriendo y con nervios empiezas a recolocar a la gente hasta que llega el momento de salir. Justo antes de tocar el martillo, se te pasan por la cabeza mil cosas, entre ellas esperas y confías en cuidar el esfuerzo de los que van debajo, que nadie se queje y, por supuesto, que todo vaya bien. Tocas la campana, “la derecha alante y la izquierda atrás, cuidado con los bancos, despacio señores, vámonos de frente” y enseguida llegas a la puerta, con ese ímpetu que llevan todos. Mandas a las manos, poco a poco, la banda empieza a tocar el himno, nervios por un tubo, ya nadie te escucha, pero sin saber muy bien cómo, de repente te encuentras en mitad de la calle. Tocas de nuevo la campana, y las horquillas no aparecen. Empieza lo bueno, esa subida de escaleras que a todos nos gusta. No pares, dicen algunos con cara de sufrimiento, a sabiendas de que,aunque estén sufriendo, hacen disfrutar al pueblo. Llega la temida calle peatonal con su estrechez y el rachear de los zapatos, seguidamente llega la hora de descansar y dar un trago de agua en el Toledillo. Pausados, se echa un vistazo al abismo, que es lo que parece esa cuesta. Cuando menos te lo esperas, ya te encuentras de cara al templo y con nuestro Cristo en su hogar. Le das la enhorabuena a los tuyos, por el trabajo bien hecho, pero sales a la calle con la incertidumbre de si habrá gustado, de si lo hemos hecho bien.

Llegó el Jueves Santo, y, aunque los nervios no fueron los mismos que los del día anterior, se multiplicaron cuando llega la hora de pasar por el precioso y peculiar puente que tenemos en la entrada de la alameda. Es ahí cuando las fuerzas de los que van debajo empiezan a mermar, después del esfuerzo del día anterior. No obstante, merece la pena ese esfuerzo por esperar a nuestra Madre mientras su pueblo observa cómo se miran cara a cara.

Llega el momento de la representación de las tres caídas y, nervioso, les das las indicaciones a los tuyos para que todo salga bien cuando el Hermano Mayor dé los tres golpes con la horquilla bajo la atenta y expectante mirada del pueblo.

Es hora del Viernes Santo, día de ver al pueblo engalanado y reluciente,donde se ve esa imagen tan peculiar de la Alameda del Guitarro con sus cinco esplendorosos tronos. Y, tras un pequeño descanso, toca volver a por la túnica. Momento que, para mí, quizás sea o haya sido de los más complicados en Semana Santa. Y es que por mucho que uno lleve su lista hecha de varias semanas atrás,por una cosa u otra siempre falla gente a última hora. Es aquí cuando te comen los nervios, te preguntas si es mejor no salir, siempre mirando por el bienestar de los que van debajo. Toca hacer llamadas de última hora, salir a la calle a buscar la ayuda en el último momento, y, a falta de escasos minutos, por fin te ves con que finalmente sí que hay gente suficiente. Los colocas lo mejor posible y nos vamos a realizar la estación de penitencia de forma solemne. Desde la primera vez que salí portando al Santo Entierro hasta hoy día, no ha habido año que no me emocione y me tenga que contener las lágrimas por lo que se siente al escuchar esa primera marcha. Marcha bonita pero también larga, que la experiencia como cargador te dice que, si dejas el trono arriba sin descansar, al final se acabará pagando, pero que, como capataz, el cuerpo te pide seguir hasta el final.

Pasan los minutos y se escuchan los suspiros de los cargadores cuando los kilos aplastan en esos tramos interminables. Suspiros que merecen la pena cuando de nuevo se llega al templo y nos abrazamos en forma de agradecimiento, pues, otro año más, ha salido bien.

Tras los años de la pandemia llegó el 2022, año en el que se volvió con muchas ganas cofrades. Para mí, personalmente, fue casi como volver a empezar, los mismos nervios a la hora de buscar gente y también los mismos nervios y sentimientos a flor de piel a la hora de volver a tocar la campana y sacar a mi Cristo a la calle, con todo el mundo expectante. La semana grande de ese año pasó, y me puse a preparar y pensar en la del año siguiente. Año que, desde la lejanía, debido a mi trabajo, me costó afrontar. No me sentía con las mismas ganas de siempre y quizás con menos convencimiento a la hora de llamar a mis hombres de trono. No obstante, busqué esas en mi fe y devoción, mis ganas de ayudar a mi Hermandad y de salir adelante un año más.

Año 2023, otro año glorioso tuvo lugar en la Semana Santa de Cortes de la Frontera, y, como siempre, con las mismas ganas que en el primer año. Sin embargo, tras terminar la procesión del Santo Entierro, sentí algo que me hizo llevar a una dura decisión al encontrarme sin fuerzas para seguir siendo la voz demesos tronos e imágenes que tanto quiero. Tomé dirección hacia nuestro Hermano Mayor y le comuniqué mi intención de no continuar; eso sí, casi ni me salieron las palabras, todas ellas entrecortadas y con una lágrima saltada. En ese momento acabó mi paso como capataz, pero no por ello estaré partado de la Semana Santa, seguiré ayudando en todo lo que pueda y portando mis tronos de siempre, sin descartar involucrarme más cuando esté más cerca.

MI PASIÓN POR LA SEMANA SANTA






Desde hace años, mi pasión por la Semana Santa se extendió más allá de Cortes. Como muchos sabéis, soy hermano y costalero de la Hermandad de los gitanos de Ronda. Comenzó un Domingo de Ramos, visitando la Semana Santa rondeña en familia. Ese día sentí algo especial, tan especial que al año siguiente formé parte de su cuadrilla de costaleros hasta hoy día, sintiendo el cariño y afecto de todos en cada ensayo, cada acto y cada salida procesional.

No solo soy costalero de esta hermandad; hace unos años, un miembro nuevo entró en mi familia, mi cuñado. Él me enseñó y me abrió las puertas de la Hermandad más antigua de Ronda, la Real Hermandad del Santo Entierro, Nuestra Señora de la Soledad, Cristo Resucitado y Nuestra Señora de Loreto, en la que he tenido la oportunidad de ser acogido como uno más y ser los pies de Cristo Resucitado.

El año pasado tuve la oportunidad de disfrutar y realizar estación de penitencia de otra forma. Gracias a mi puesto de trabajo se me concedió realizar la escolta de Jesús de la Pasión, en la salida extraordinaria del Santo Entierro Grande el pasado Sábado Santo en Sevilla. Para mí fue un orgullo poder ir vistiendo mi uniforme de bonito delante de un Cristo de tal calibre y con tan solemne paso de color plata. En esta Hermandad fui recibido con muy buenas palabras y gestos por la gran mayoría de los allí presentes, sin conocerlos de nada y arropado durante todo el recorrido.

Este año de nuevo voy a tener la oportunidad de poder hacer estación de penitencia con mi uniforme, esta vez con otra hermandad del Lunes Santo sevillano, Santa Genoveva, pero seguro que me acogen igual de bien. En esta ocasión le tocará a mi compañera de vida ser mi punto de apoyo durante las trece horas de recorrido, como tantas otras veces ha hecho.

Con todo esto expuesto anteriormente no quiero menospreciar nuestra Semana Santa tirando balones fuera, sino todo lo contrario, es un gesto para hacer ver que seas de donde seas, vengas del lugar que vengas, del pueblo de toda la vida o del pueblo solo en vacaciones, conocido o desconocido, en nuestro pueblo, en Semana Santa y en nuestra hermandad es o debería ser bien recibido todo el mundo, por muy poquito que aporte.

CRÍTICA






Siempre he escuchado, y digo escuchado porque yo no lo recuerdo, que hace ya algunos años en la Semana Santa de Cortes había quien casi llegaba a las manos para poder coger un sitio en su trono, haciendo esperas en la puerta de la iglesia para poder entrar, poner su pañuelo identificativo y así asegurarse su sitio bajo su trono. Como ya he dicho, yo no he vivido eso, pero sí he vivido semanas santas en las que recuerdo tronos repletos de horquilleros, con todos sus varales llenos,incluidos los laterales. Recuerdo en mis primeros años como hombre de trono ser un privilegiado al poder formar parte de las cuadrillas, me acuerdo de ir en el Santo Entierro cinco personas por varal, en el que apenas cabíamos y estaba precioso con esas dos filas de horquilleros de punta a punta en sus laterales.

También recuerdo lo bonito que era tener las dos bandas acompañando a nuestras procesiones, la banda municipal por aquellos entonces, ahora nuestra Asociación Cultural Musical Santa Cecilia, y la banda de tambores y cornetas, desaparecida desde hace ya unos cuantos años.

Sin embargo, no todo son recuerdos bonitos. Desde hace muchos años, ya no se ve la misma cantidad de gente por las calles esperando para ver pasar las procesiones, cada vez hay menos y eso es triste. Año tras año se ve cómo el cuerpo de capataces tiene más dificultades para conseguir sacar medio en condiciones sus tronos a la calle, con lo que ello conlleva. Los horquilleros se cansan antes, al repartir el mismo peso entre menos personas, con el paso de los minutos los kilos caen encima, las fuerzas se empiezan a agotar, el paso se comienza a perder, las chicotás se hacen interminables y desde fuera no se ve bonito.

La verdad es que ponerse en la piel del capataz no es fácil. Cuando meses antes empiezas a preguntar a uno y a otro y vas viendo que se te echa el tiempo encima y la lista no aumenta…, no es una sensación agradable, sino todo lo contrario, ya que la ansiedad se te viene de golpe.

Las nuevas generaciones, salvo excepciones, no vienen ayudando, ya sea por falta de fe o por desinterés cultural, artístico o tradicional, y los viejos cada vez son más viejos con sus achaques. En este último grupo de los viejos yo ya me incluyo, cada vez vienen más problemas físicos, pero no tiras la toalla porque sabes que sin tu granito de arena no será lo mismo. El grano de arena puede ser insignificante de forma aislada, pero sin ese grano de arena, la montaña es capaz de derrumbarse.

Quizás los cortesanos y cortesanas ya no vean tan llamativa nuestra Semana Santa. Y es que cuando una persona no tiene el afecto religioso y le da un poco igual que se pierda esta tradición en el pueblo, se termina cansando, posiblemente de ver pasar las procesiones siempre por el mismo sitio, la misma música, siempre lo mismo año tras año. Estas personas a lo mejor prefieren irse a los pueblos cercanos de mayor población o incluso a las grandes ciudades que nos rodean, porque lo que les llama la atención es la novedad.

Respecto a esto último, nuestra hermandad va avanzando poco a poco,aunque seamos muchos los que nos gustaría que el avance fuese más allá. En los últimos años se han visto novedades, tales como el olivo que tan bien le queda a la Pollinica, la venta de palmas para que todos podamos acompañar la procesión del Domingo de Ramos, o el reajuste del trono de Padre Jesús quitándole la peana de arriba, reduciendo así su peso y altura y facilitando el esfuerzo de los hombres de trono; pero también quitando un poco de su esencia. Novedades también como el nuevo trono de la Magdalena y restauraciones de otros tantos.

Aún hay quien se espanta porque llegue gente joven con ideas y con ganas,savia fresca que emana con corazón puro y noble. Son muchas personas las que piensan que hay que darle un toque más moderno a nuestra hermandad y a nuestra Semana Santa, llevando los tronos a esas partes del pueblo donde nunca se han visto y que todos tengan la oportunidad de ver pasar por su puerta esas imágenes, facilitando el trabajo de los portadores o haciendo algunas innovaciones a la hora de llevar el trono. Con esto no quiero decir que copiemos modelos vecinos de otros pueblos, ni mucho menos, siempre manteniendo la esencia de Cortes podemos lograr que la gran semana vuelva a ser lo que fue en su momento y tener las calles del pueblo repletas de gente, tanto de vecinos de la localidad como de los municipios colindantes.

No es mi deseo que se me malinterprete, solo quiero y deseo que entre todos pongamos nuestro granito de arena para volver a poner a la Semana Santa de nuestro pueblo en el lugar que le corresponde.

FINALIZACIÓN




Cómo te ruego salud si yo no ayudo al enfermo, cómo te pido clemencia y te lleno de lamentos si no protejo al necesitado ni comparto lo que tengo, y tú sin embargo señor, aunque te siga ofendiendo siempre me estás esperando con paciencia en el templo.

Ya suena el bombo con la caja redoblando, las trompetas se van afinando, ya viene la banda bajando anunciando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Se abren las puertas del templo, comienza la Semana Santa de Cortes de la Frontera.

AGRADECIMIENTOS




Por último, me gustaría agradecer a mi familia, mi pareja, mis amigos, a la Hermandad y a todo aquel que me haya ayudado durante todos estos años atrás y que aún lo seguís haciendo, ya que sin vosotros este pregón no hubiese sido posible y la Semana Santa para mí no significaría lo mismo.

Gracias de corazón a todos los que de una forma u otra hacéis posible la Semana Santa, que de forma altruista os volcáis de lleno, ya que sin vosotros nuestras imágenes no saldrían a la calle.


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