PREGON DE SEMANA SANTA –2006

 

Pregonera: Dª Mariángel Rosso Jiménez

 

Cortes de la Frontera, 07 de Abril de 2006


Con la venia de mi Señor Crucificado y de mi

Virgen de los Dolores, dos luceros que iluminan

el camino de mi vida y el de mi familia.

¡Reverendo párroco, dignísimas autoridades, Hermanos, amigos, cortesanos todos!

En este devenir que es la vida por la que caminamos, unas veces, ilusionados, alegres, esperanzados, gozosos, y otras, perdidos, tristes, desalentados nos encontramos, alguna que otra vez, con una sorpresa insólita que nos hace que nos merezca la pena vivirla intensamente; y esto me sucedió a mí cuando supe que iba a ser la pregonera de la Semana Santa de Cortes, mi pueblo.


Al oír las palabras llenas de cariño con que me has tratado, fruto más del aprecio con que las valoras que de la medida de mis merecimientos, viene a mi memoria el recuerdo de un miembro de tu familia, muy querido por mi padre por la fraternal y sincera amistad desde su infancia; era gran cofrade y hombre de trono que tantos años portó nuestra Virgen de los Dolores. Gracias María Luisa, a mi afecto se suma la admiración por una cortesana que ha sabido siempre arrimar el hombro por su pueblo.


Gracias ala Junta de Gobierno de la Hermandad de Jesús en su Pasión y María Santísima de los Dolores, por confiarme este inmerecido honor tan noble y bello de ser la voz que proclame vuestro trabajo más preciado y querido: nuestra Semana Santa. Gracias Antonio. Gracias, José Ramírez, por facilitarme tan generosamente todo ese esmerado trabajo que has recopilado sobre vuestra hermandad. Gracias porque siempre que te has dirigido a mí me has infundido valor acompañado de palabras gentiles y cordiales hacia mi persona.


Gracias a mis padres, que me inculcaron mi fe en Cristo. Ellos eran los que me traían aquí, casi antes de nacer, y son los responsables de mi inefable cariño a nuestro pueblo. Asimismo, gracias a mis hijos porque ellos siempre están dispuestos a venir; y a mi marido porque, su arraigo y presencia inexcusable en estas fechas, me ha seguido trayendo a esta entrañable villa.


Gracias, a mi familia y a mis amigos que mostraron su gran alegría al conocer que iba pregonera en mi pueblo; ellos saben lo que esto significaba para mí. Gracias por acompañarme.


Gracias a todos por vuestra presencia. Hoy nos une aquí algo que se nos viene anunciando en ese cartel con un mensaje sin voz que, desde esa esquina o aquel escaparate, nos mira y nos convoca a vivir como cristianos La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Cuando me propusieron este reto, hace unos meses, me sentí llena de ilusión y entusiasmo, a la vez que sabía que no era una tarea fácil; hubiera querido acaparar todos los saberes, ser sensitiva pluma que dibujara las más hermosas emociones para no defraudar a quienes me eligieron; pero con lo único que cuento es con un infinito amor a nuestro pueblo y las palabras que hoy fluyen aquí, son las de una cortesana que les habla desde el corazón.

Me habéis permitido en este mes de abril ser la voz que, por décima vez, pregone lo que todos esperamos cada año, y que, no por sabido, deja de ser, en cada primavera, algo nuevo; para ello, os pido benevolencia con mi humilde persona, y también vuestro afecto, porque es difícil expresar todo lo que este Misterio tiene de popular y profunda religiosidad.

He leído a ilustres poetas, ellos con su maestría en la palabra saben expresar con la mejor calidad literaria los sentimientos; he buscado en las bibliotecas todo lo relacionado con nuestro pueblo, y después de horas dedicadas a esta tarea, vino a mi memoria el que nunca se había separado de mí, Jesús, ese hombre sencillo, que revolucionó el mundo con una palabra, amor; y ,entonces, comprendí que la esencia de este texto tenía que encontrarla en el corazón de mis paisanos, y así…me gustaría fundir en mis palabras todo el crisol de vivencias que, para cada uno de nosotros, significa este acontecimiento y que mi pregón fuera el intenso azul al que llega la altivez de esta sierra, el perfume de azahar, el rumor de la fuente, la blancura de nuestras casas, el camino de penitencia, el llanto sin voz de las promesas, el quejío de la saeta, el peso de la cruz, las lágrimas de Nuestra Virgen, los clavos del Crucificado, y todo ello en este trocito de cielo que hay en la tierra que se llama …Cortes.

Mi pregón es una ofrenda de sinceridad, evocando lo que sentí de niña, lo que amé de joven y lo que he soñado desde mi ausencia con el alma sumergida en el recuerdo.

Vivencias

En estos días, compartimos la ilusión de ver en nuestras calles, las de siempre, las de nuestros abuelos, Nuestra Semana Santa, acompañamos las imágenes que cada primavera renuevan nuestra fe y se manifiestan nuestros sentimientos más recónditos: vivencias que se repiten, emociones que sólo afloran cuando el rostro del Señor de nuestras oraciones está ante nosotros.

Para mí es un privilegio poder exaltar en estos pliegos una de las tradiciones más bellas con las que he crecido. Durante muchos años, cada Semana Santa he compartido la ilusión de pasar unos días de vacaciones en mi pueblo con mis seres queridos, con el referente, como cristiana, de revivir a través de nuestras imágenes la Pasión del Señor; así se ha ido tejiendo, en el paso de los años, un hermoso tapiz de recuerdos en el que Padre Jesús, el Señor Crucificado y la Virgen de los Dolores han ido formando parte de mi vida; y al igual que las olas y el mar, las estrellas y el cielo somos inseparables.

Estampa tan común de nuestras calles desde que los pasos salen de la iglesia es ver a alguien que sostiene a un niño en los hombros, ¡todos quieren ver al Señor, o a la Virgen!, entonces viene a mi memoria cuando era una niña y mi abuelo Andrés me acompañaba a ver las procesiones. Él me llevaba, unas veces, de la mano por las calles siguiendo los pasos, otras, a hombros esperando en cualquier callejón poder contemplar las imágenes que tanto admiraba; éstas eran lecciones de Historia Sagrada en vivo; nunca quería irme y entre insistencias al pobre abuelo le tocaba, como hombre de trono, realizar el recorrido completo con la nieta “a cuestas”. Yo sé que el Señor lo tiene a su lado por estas y otras muchas bondades.

Mi fe se fue gestando y creciendo, viviendo, cada año, el capítulo de la Pasión, entre estas blancas calles, bajo este cielo azul y a la sombra del estandarte de la torre de la Iglesia.

Mucho ha llovido desde entonces, y la fe, más intimista, anhelos que se elevan hacia el rostro de Padre Jesús, o el Crucificado, plegarías a la Virgen de los Dolores, oraciones que se mezclan con lágrimas surgidas, unas veces, por la emoción de contemplar tan entrañables pasos, tan hermosamente aderezados, y otras, por el recuerdo de todas esas personas que eternamente quedarán evocadas en nuestra memoria en estas fechas! Ese balcón, esa ventana, ese lugar junto al trono, no están vacíos ellos desde el cielo nos acompañan! Gozando están de la vida eterna.

“…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido….
Y se quedarán los pájaros cantando.”

(Juan Ramón Jiménez, Viaje definitivo)

Tradiciones

La Semana Santa, es el valioso patrimonio que hemos heredado de tantos cortesanos y cortesanas, antepasados nuestros. Ellos de una forma sensible nos han dejado su presencia para siempre a través de costumbres, formas peculiares de vivir el Misterio de la Pasión del Señor, el nombre de los pasos, sus devociones, su fe ….Muchas tradiciones, algunas olvidadas, pero que, en esencia, perviven.

Es peculiar de nuestra Semana Santa, la nominación de los pasos, lejos de interminables nombres grandilocuentes, aquí se manifiesta su carácter purista y sencillo en llamarle a Jesús con la columna, Padre Jesús atado a la columna, Padre Jesús con la Cruz a cuestas, el Nazareno de otras localidades, el Crucificao, la Virgen de los Dolores y La Soledad.

De niña, siempre me llamó la atención que en los oficios del Jueves Santo, se llamara lavatorio Pilatos al gesto de humildad que tuvo el Señor cuando les lavó los pies a sus apóstoles, cuando el cónsul romano, según una costumbre judía, que no romana, se lavó las manos para mostrar que nada tenía que ver en la muerte de Jesús.

También entre mis recuerdos, la escenificación en el Altar Mayor de la Resurrección del Señor, con ese velo morado que cubría la imagen oculta del Resucitado, en señal de muerte, y que se desprendía en el momento del Gloria con un repique de campanas.

Junto a estos recuerdos de mi niñez se encuentran leyendas como la del tesoro robado, o la hilandera; y, entre ellas, surgen otras de devoción popular hacia sus Titulares. A Cortes tampoco le falta esa hermosa leyenda, que me contaba mi abuela sobre Padre Jesús, que decía así: Como triste marino indiano que por el mar incierto se ve, de grandes olas salpicado y cubierto, cuando sin esperanza, medio muerto estaba; pidió clemencia al cielo, perdidas las fuerzas ya, nuestro náufrago marinero, lleno de fe con los ojos de lágrimas, rezando su última oración cuando se le apareció el rostro de Padre Jesús ¡oh, Señor misericordioso! que lo arrastró sano y salvo a buen puerto. El indiano recuperado y no olvidando ese Rostro Divino Salvador lo buscó incesantemente, pueblo por pueblo, altar por altar, hasta que llegó a Cortes, y aquí lo halló y le quiso dejar su agradecimiento regalándole una túnica bordada en oro.

Hermandad

¡A vosotros hermanos!
La Hermandad es la levadura con la que fermenta nuestra religiosidad popular, a través de esta forma de vivir el don de la fe. Ella mantiene este legado tan importante para la historia de nuestro pueblo. Y no sin dificultades, trabajo, cuentas, pero, tengo que deciros que las virtudes superan con creces a los defectos, y a la vista está: cómo aumenta el número de hermanos y el esplendor de nuestra Semana Santa.

La Virgen de los Dolores, ¡Cada vez que vengo y la miro, está más guapa! El aumento de enseres ha sido notable, el bello estandarte, el manto de nuestra Virgen, las restauraciones. El pregón de Semana Santa restituido, que nos hace reencontrarnos con las tradiciones de nuestros antepasados, algunas ya olvidadas, compartir vivencias, sentimientos, que a todos nos enriquece.

Esta cofradía que nació de la amistad de unos cortesanos y cortesanas, que amaban su Semana Mayor, y tuvieron el legítimo afán de que sus procesiones fueran el orgullo de todo un pueblo, y que sus tronos pasearan por las calles con la suntuosidad que Cortes se merece.

Pero lo más importante, vuestra manifiesta inquietud por mantener esta tradición, y darle el verdadero sentido para el cristiano; es el culto público a Jesús y a Su Madre,… ¡Sentíos orgullosos de lo que sois, no desfallezcáis ante la adversidad! Con la mirada franca y el corazón abierto; sin olvidar que nuestra religión es luchar con Dios desde romper el alba hasta caer la noche; y no faltará Misericordia Divina cuando todos, iguales pero diferentes, en el último momento de nuestras vidas, seamos recibidos para implorar perdón. Gracias por vuestro trabajo.

Debe sembrarse esa semilla de fe e ilusión en nuestra Semana Mayor en la juventud para que ellos la sientan como algo que forma parte de sus vidas y así cada primavera el reencuentro con esta sabia tradición los acerque a Jesucristo y a esta hermosa herencia tan mimada por los cortesanos desde tiempos inmemoriales. Gracias por estar ahí, cada año, desde el varal, desde la ingrata albacería, hasta la extenuante secretaría, pasando por los cargos más relevantes, siendo todos sólo uno: La Hermandad de Jesús en su Pasión y María Santísima de los Dolores.

Y qué circunstancia tan especial y casi, yo creo que aquí no debemos descartar la mano de María Santísima, tener entre nosotros a Diego Gómez, que además del esplendor, y elegancia con que adorna y embellece nuestros tronos, ha sabido bordar entre esos hilos de oro y plata, el cariño con el que nuestro pueblo acoge su Semana Santa.

No puedo olvidar a la banda de tambores y cornetas, con esa oración que llena las calles de grandiosidad anunciando durante estos días que Nuestro Rey y su corte se acercan.

Así como a la banda de la Academia Municipal Santa Cecilia que, con tanta maestría y genialidad, nos llega al corazón cada vez que interpretan esas marchas que siempre acompañaron a nuestras procesiones. Gracias Alonso porque, al escuchar las piezas dedicadas a La Angustias y a Jesús en su Pasión me has hecho sentir, de una forma tan bellamente expresada, la desolación de María y el sufrimiento de Cristo, en esos acordes, mezcla de endecha que es el llanto y de oda que es la alegría de nuestras calles.

Y esas mujeres que transforman la fe en canto cuando, espontáneamente, desde un balcón, rompen el silencio con esa copla honda y sencilla que comienza en canción y termina en sollozo, escala temblorosa de llanto: La Saeta.
(Se apagan las luces de la Iglesia, sólo quedan iluminados el Santísimo, la capilla de la Angustias, y un foco que da luz a la Virgen de los Dolores, colocada a la izquierda de la pregonera. Don José Luis Ramírez acompaña con el tambor la saeta interpretada por doña Francisca Ríos).
Gracias José Luis el redoble de tu tambor junto a la voz de Paca Ríos hacen, verdaderamente, de este canto una oración.

Semana Santa

Ahora os pido que os sumerjáis en lo que voy a decir, dejéis que os acune el recuerdo, os acaricien los sentimientos y vengáis a vivir la Semana Santa recorriendo nuestras calles de la mano de mis humildes palabras.

Abril, olor a azahar, incienso, aromas de flores que se mezclan, cirios, arbotantes encendidos, penitentes, estandartes, mantillas, trompetas, campanas, campanilleros, es ……. Semana Santa.

Domingo de Ramos

Y llega el domingo de Ramos, domingo de estreno ¿quién no recuerda este día en su infancia? tal vez, por la ternura que inspira este trono en el que Jesús se presenta montado en una humilde borriquita, peluda y suave como un platero juanramoniano, siendo Él, Rey. Los niños nos sentíamos protagonistas acompañándolo por las calles de nuestro pueblo. Jesús decía: ¡dejad que lo niños se acerquen a mí! La tradición de las palmas y ramitas de olivo que todos nos afanamos en recoger han hecho que sean ellos, con un revoloteo de color del lirio ceñidos por trenzas de purpúreo clavel, quienes rodeen al Señor en esta hermosa mañana, preludio de su pasión.

Miércoles Santo

Padre Jesús atado a la columna; sobrio paso en el que sobre el cajillo de madera de nogal tallada se alza una hermosa imagen policromada que presenta al Hombre en el sufrimiento por los azotes; va coronado con espinas; y una túnica color púrpura cubre su bendito y blanco cuerpo. Esta voz se conmueve al contemplar sobre la oscuridad, la luz de sus manos y cara. ¡Qué rostro más bello el de Padre Jesús!¡Qué dulzura en su mirada, es tanto su amor al hombre que su expresión quiere serenarnos, pero ¡qué tristeza en sus ojos!

Y detrás su Madre, Nuestra madre, y la seguimos:
¡Arrópanos con Tu manto del color de la esperanza, y estaremos protegidos de ambiciones; porque Madre,
Tus Lágrimas son nuestra fortaleza,
Tu tierna Mirada, nuestra humildad,
Tus dulces Manos, levantan nuestras caídas,
Tu Corazón traspasado por el dolor, promesa de salvación!

Jueves Santo

Padre Jesús con la cruz a cuestas. Esas blancas manos, que ayer se apoyaban sobre la gélida columna, abrazan en esta clara noche la cruz que lo soportará hasta morir. Es un Cristo caminante, coronado con la magnánima luna que lo acompañará en ésta, su última noche.

Pero, Señor, caminando abrazado al madero que espera Tu último latido, no vas solo,… ¿y sabes por qué?... porque los hombres de trono soportan la cruz de Tus varales y caminan contigo aliviándoTe el peso de Tu cruz en tu lento y dolorido caminar. Viniste a sufrir con humano dolor que requiere un humano consuelo: el de estos hombres que, con su fe, portan el trono.

Alguien se dirigió a ti de esta forma inigualable: “aceptaste la cruz, con la serenidad de una determinación ineludible, la cruz de cada uno en una sola, el dolor de vivir en una sola muerte, y el tiempo, el tiempo derramándose como la cera por los resquicios de las nostalgia. Avanzas hacia la bendición, la tuya, ligeramente inclinado, nunca vencido, recio y fuerte, con la Suprema Elegancia de Tu Gesto. Es mejor mirarte y callar”. (Antonio Garrido)

Esta noche una Estrella mayor que la Luna, brilla en nuestras calles; Ella es la Virgen de los Dolores, -creo que es la debilidad de muchos cortesanos-¡Reina, y Gran Señora! ¡Qué guapa está nuestra Virgen!

Y cuando la noche se arrodilla, todos lo seguimos, aprehendiendo paso a paso ese dolor asumido, y en esa esquina nos lo encontramos de frente, lágrimas en silencio, ……

Silencio, mucho silencio, no tengo palabras para describir el sublime momento de las tres caídas, pero sí corazón para aludir al recogimiento que impone el esperado encuentro: Madre e Hijo frente a frente, la última mirada, las últimas palabras, ¡qué triste momento cuando ya todo está escrito, cuando no hay vuelta atrás!; y los tronos van apareciendo por las calles que flanquean el austero edificio neoclásico, sigue el silencio, que se hace más profundo, y resuenan en nuestra alma…recuerdos, sentimientos, oraciones, lágrimas contenidas por la emoción; el aire es brisa, y la plaza, queda hechizada. ¡Silencio, mucho silencio!, vibra en nuestro espíritu una recia sacudida cuando el hermano mayor da tres golpes, y, a su vez, abatiéndose y alzándose, Padre Jesús con la Cruz a Cuestas y Nuestra Virgen de los Dolores, y el silencio se esconde en nuestro interior para ceder paso a la gran ovación que quiere ser, ¡tierna tierra…para divina rodilla y pañuelo… para desconsoladas lágrimas!

Viernes Santo

El primer rayo de luz, el primer canto de los pájaros rompen la noche para anunciar que hoy es un día grande para todo un pueblo; y abrimos las ventanas, el primer sol reverbera en la eterna mecedora sobre-como en tantas otras ocasiones-, se encuentra cuidadosamente colocada la túnica, terso paño del color del lirio, pulcra, esperando, otro abril, vestir a un sonriente chiquillo, que quiere ilusionado salir a la calle, el primero, antes que ninguno, para acompañar a su trono; y en el templo, mañana de encuentros, silencios, lágrimas, recuerdo por los que ya no están, respeto y admiración hacia una hermandad que todo lo ha dispuesto perfectamente; y fuera, las calles se van transformando, balcones que se abren, ya son casi las 12; y el momento de expectación crece cuando chirrían los goznes de la pesada puerta y entre claroscuros se acerca el que todos esperan… EL CRUCIFICADO…”¡ No existe un roce más delicado, no existe una caricia más suave” y dulce que la del remate de la cruz en el dintel de nuestra Iglesia! ¡No existe una mesura más comedida que la llevada a cabo por los hombres de trono que, guiados por una rota voz, se arrodillan con su Cristo, y ese dolor se hace ímpetu, y ese ímpetu fortaleza, y esa fortaleza fe, cuando al fin alzan la Cruz ¡qué reverencia divina cuando ya se ha cumplido la voluntad del Padre!, irrumpen las notas del himno, toma la calle y sube la rampa, con tanta majestad mirando la excelsa Sierra…Todos le seguimos: el cielo y la tierra se funden en esta Cruz de madera: Él es la Vida, Él es Luz de Luz .

Avanza por nuestras calles escoltado por San Juan, el discípulo amado, el que reclinaba la cabeza sobre el hombro del maestro, ¿cómo se sentiría después de haber perdido a un ser tan querido? Pero Jesús le dejó a su madre. Y María Magdalena, ¡qué gran corazón el de esta mujer que pudo oír la Voz de su Salvador! ¡Cuán sordos estamos a veces ante esos gritos mudos de los necesitados! Ella se sentiría abandonada por Jesús; pero le había dejado algo muy importante: la dignidad que había perdido.

Le siguen dos estrellas para un rey: la Angustias y la Virgen de los Dolores.

Piedad

El último abrazo de una Madre a Su Hijo; y los hombres de trono lo mecen junto a la Virgen de las Angustias….para que no despierte,… y los tambores enmudecen, y la banda entona una marcha, armonioso ir y venir de notas, melodía que nos alza desde la vida a la muerte, acunándonos en esta advocación de María…para que no despierte, y lo mecen con mimo y amor,… para que no despierte…

He aquí helados, cristalinos,
sobre el virginal regazo,
muertos ya para el abrazo,
aquellos miembros divinos.
¡Qué soledad sin colores!
¡Oh, Madre mía, no llores!
Cómo lloraba María.
La llaman desde aquel día,
La Virgen de los Dolores.

(Gerardo Diego, Vía crucis “Penúltima estación”)

Cuando la pregonera se sitúa en la emblemática fuente, en esta radiante mañana, calla su voz y sólo tiene ojos para contemplar el bello estandarte del Cristo de la Vera Cruz, el arte en los bordados que visten a nuestra Virgen, el vaivén de la toga cimbreante en la Cruz de las Angustias, el adorno de flores que lucen nuestros tronos. ¡Todo el esplendor desbordado que transforma la calle que, en la mañana del Viernes Santo, hace honor a su nombre y, por eso, más que nunca, es… la Real de las calles!

Esta procesión va sembrando la admiración por el número de Titulares y por la dificultad que encuentran a su paso por las estrechas calles de Ruiz Martínez a Marqués de Estella, y en esta calle, allí donde nos envuelve un agradable olor a azahar, una oración silenciosa,… cuando elevamos la mirada y viene un Cristo torturado, cuerpo doblado, rostro exánime, su boca lisa, y ocultos a los nuestros entre párpados cárdenos, sus ojos, que, aún dormidos, nos recuerdan su dulzura, y es, entonces, cuando nuestra triste mirada se cuaja en una lágrima eterna. Solemne silencio,…el Cristo y su corte se detienen, al volverse a alzar el Señor nos dice, con ese sufrimiento asumido, que “sólo sabe vivir, quien bien se muere”. Tú que trazaste el recto camino para que te siguiéramos y alcanzar, así, la vida eterna.

Detrás su madre, la única flor entre espinas; a la que mis torpes palabras quisieran servir de pañuelo para secar su pena, ya anunciada, cuando María llevó al templo a su hijo y el anciano Simeón le dijo que una espada atravesaría su alma; es la cruz que hoy traspasa su corazón. ¡Qué puñal más pequeño prendido de tu pecho para representar tanto dolor! Y el pueblo, tu cautivo se rinde ante ti: con sus miradas, con sus piropos, con sus oraciones…¡Qué belleza para una Dolorosa tan amada!

Santo entierro:

Réquiem por el Rey de los hombres; el regio sepulcro rodeado de un hondo silencio sale del templo con tanta majestad que hasta el aire se para dejarle paso y la torre de la Iglesia se yergue para arroparlo; un séquito de mantillas negras llenan de luto la calle y los tambores doblan por nuestro Señor.

Y en la angosta calle alcantarilla, el aire se hace brisa para acariciar al Señor que parece dormido, que está dormido; y, si larga es la calle, más alcance tiene la mirada de la Virgen para seguir el cuerpo inerte de Jesús; porque, ¡decidme!, qué madre en la lejanía no siente a un hijo tan cerca, qué distancia existe para tanto amor, y es, entonces, donde las mismas miradas con otros ojos, las mismas casas detienen el tiempo para no separar a la Madre del Hijo.

El sol último barniza el horizonte, cuando la urna del sepulcro, en el atardecer, sube la Calle Real, y Jesús parece que toca el cielo sobre este magnífico trono de doble cajillo, como vencedor de la muerte, con expresión de paz y reposo infinito, portado por enlutados hombres de trono, entre estandartes, roncos tambores, agudas cornetas que lloran el triste crepúsculo del viernes Santo.

Detrás la Virgen, muda, sin palabras, camina dentro del dorado trono, peregrina del dolor por las calles, entre el silencio y la oración.
¡Cuántos años tu edad se ha detenido en un tiempo eterno, mostrando cada vez que pisas nuestras calles que eres Reina entre las Reinas! Pero qué cercana, por eso, Madre, no me dejes nunca y siempre seas, timón de mi barco, luz de mi vida, consuelo de mis lágrimas!

Soledad

Antonio Machado decía que el sonido del silencio es la soledad. Silencio y Soledad en esta noche para una Madre que ha perdido a su hijo- Regia madre, elegante mira sus manos, estas manos que acariciaron a su hijo y que hoy están vacías. Todas las generaciones hemos querido llenarlas con los metales más valiosos pero que, a pesar de esto, esas manos siguen vacías y la Virgen dolorosa las mira sin consuelo, como dice esa soleá:

“tengo mis manos vacías,
de tanto dar sin tomar,
pero son las manos mías”

Durante tantos años con tanta dulzura, con tanto mimo, con tanta delicadeza y amor, se ha vestido a la Virgen de la Soledad que esas manos, a través del tiempo, han sido Su consuelo, Su aliento y Su esperanza ¡Cuánto dolor para una Madre tan amada!

“¡Qué Soledad sin testigo
Qué extraña conformidad
Qué terrible ansiedad
Saber que desde ese día
Ya no te llamas María,
Que te llamas Soledad!”

(José Luís Estrada)

Al salir por la gran puerta de nuestra Iglesia, no hay una Dolorosa más bella, La Virgen de la Soledad,… Camina desconsolada, sin más luz que las estrellas que han bajado para coronarla, “sin más joyas que sus lágrimas, sin más flor que su pureza”.

Y la primera calle que en tu recorrido te abraza, te mima, y hasta te besa, es la calle San Sebastián por donde cada abril eres Nuestra Reina.

Todos caminamos bajo el manto de la noche y cuando la mayor oscuridad nos envuelve, Ella es la Luz que más brilla, y…¡ tantas cosas sabes nuestras, tantas veces te hemos rezado, tantas veces hemos ido a Ti, suplicantes, agradecidos, tantas veces has visto nuestras lágrimas!, que tú corazón…. bien nos conoce, en este Viernes Santo, admiración, veneración te acompañan calle Laga, San Sebastián, Real, que, cuando llegas a tu casa, ¡Soledad! entras cortesana.

Domingo de Resurrección

Campanas que derraman alegría. Hoy, Resucita Jesús; y en esta clara noche, el Salvador viste las calles de esperanza,….

“Y fue la luz, fue la Primavera,
Y fue la risa, y el temblor de abril,
Y fue el Amor sobre la tierra entera”

(José Luis Estrada)

Final

A esta edad, en la curva de la vida y cuando ésta empieza a ser recuerdo, una de las páginas que siempre quedarán impresas en mi alma será el haber podido pronunciar este Pregón, entre los muros de esta santa casa, con mi Virgen de los Dolores tan cerca, rodeada de mis paisanos, de mis amigos, de mi familia, de los que nunca me dejan sola sin estar aquí; y quiero agradeceros de corazón la atención y el afecto con que me habéis acogido esta noche.

Y para terminar:

Dentro de horas, todo estará dispuesto, como en tantas otras ocasiones, en esta larga tradición; nuestra hermandad, estos días, sumida en un trabajo incesante, y nosotros, esperando…nuestro encuentro anual, pero todos, hermandad y pueblo, fieles a la cita para cumplir con el sagrado ritual. Deseosos de escuchar el sonido de la primera campana, que alce el trono, y nuestros corazones con él, y se eche a la calle para andar y ser recibido por un pueblo sencillo que se abre en sus sentimientos para proclamar que ¡la Luz, vence a las tinieblas!, y ¡la Vida, a la muerte!

Muchas gracias.

Mariángel Rosso Jiménez

Cortes de la Frontera, 7 de Abril del 2006

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