PREGÓN DE SEMANA SANTA 2005

 

Pregonera: Dª María Luisa Domínguez López

 

Cortes de la Frontera, 18 de Marzo de 2005

 

Buenas tardes, gracias Diego por tu presentación.

Esta tarde estoy aquí en Cortes cómo en muchas de las ocasiones importantes que he tenido en mi vida, porque. ..
En Cortes mis padres me trajeron al mundo, crecí, jugué por sus calles, estudié y, en definitiva, he vivido gran parte de los años que tengo.
Y en esta parroquia me bautizaron, tomé mi primera comunión, experimenté mis primeros sentimientos de fe ligados a los grupos parroquiales de catequesis y a las personas que lo dirigían y, por último, me casé.
Todo esto se funde en mí para presentarme ante vosotros con un enorme respeto por la tarea que se me encomendó. Gracias de antemano a todos por vuestra presencia, autoridades, hermanos cofrades, vecinos, amigos y familia.
No es fácil enfrentarse al reto de pregonar tu Semana Santa y cuando la hermandad me lo propuso, acogí esta labor cómo manera de contribuir al trabajo que están haciendo para sacar adelante el proyecto que se marcaron.
No pretendo hacer un pregón técnico ni muy elocuente, porque, entre otras cosas, carezco de los conocimientos necesarios para ello; más bien será de sentimientos y recuerdos que hay en mi vida sobre este tema y del significado religioso que encierra.
Recuerdos que empiezan en la celebración del miércoles de ceniza, donde acudíamos a que nos impusieran la ceniza, para ver a quién de los amigos se le quedaba por más tiempo, sin pensar en el significado verdadero de este gesto, comienzo de la Cuaresma, antesala de la Semana Santa, tiempo de preparación espiritual para vivir la semana grande de un cristiano, tiempo de conversión, de hacer un camino íntimo hacía la liberación, hacia la Pascua, meta de todos nuestros caminos.
Durante este periodo se veía cómo las calles cobraban otra vez el color blanco, color típico andaluz de nuestras casas, que son encaladas, preparadas con esmero para dar mayor lucimiento al paso de los tronos. Un hecho emocionante para muchos de nosotros era cuando se iba a la Tahona a coser los dulces, magdalenas, bizcochos, mantecados y suspiros, donde no tengo por menos que recordar a la madre de Manolita, Catalina, quién, con sus trabajados brazos y su cara bondadosa, ayudaba a mi vecina Isabel y a mí, a montar en un lebrillo esos suspiros, o a mi madre, con sus grandes ollas preparadas de masas para hacer dulces para esos días; dulces, que claro están casi nunca llegaban a la Semana Santa, porque por muy bien que lo escondieran, mis hermanos siempre daban buena cuenta de ellos.
Con todo esto ya preparado nos disponíamos a celebrar el Domingo de Ramos, domingo de fiesta, de colorido, de estreno, de tambores que resuenan al viento, olor a cirio, claveles e incienso, de estar en la calle para dar la bienvenida a nuestro Señor Jesús; niños y mayores, con la ramita de olivo bendecida en las manos, lo acompañan. Comienzo de una semana intensa de sentimientos y expresiones populares, renovados cada año, esperada por pequeños, porque tienen vacaciones escolares, y por los mayores, porque llega otra vez el momento de sacar a sus imágenes, de cumplir promesas, de seguir procesiones y de aunar en un mismo momento fe y tradición. Con este día comienza la Semana Santa, la de los grandes misterios. Dios llega hasta el hombre y su paso tiene que dejar luz y libertad, porque no podemos celebrar la Pascua si Dios no pasa por nosotros, ni podremos resucitar con Cristo a una vida nueva si antes no hemos muerto con él y dejado detrás al hombre viejo que llevamos dentro.
Debemos partir en camino hacia...Jerusalén, por que:
" Partir es, ante todo, salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo que intenta aprisionamos en nuestro propio "Yo".
Partir es dejar de dar vueltas alrededor de uno mismo, como si ese fuera el centro del mundo y de la vida.
Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas del pequeño mundo al que pertenecemos; cualquiera que sea su importancia, la Humanidad es más grande.
Y es a ella a quien debemos servir.
Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares o alcanzar velocidades supersónicas.
Es ante todo abrirse a los otros, descubrimos, ir a su encuentro.
Abrirse a otras ideas, incluso las que se oponen a las nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante." (Helder Cámara)

El Lunes y Martes santo es un ir y venir a la iglesia para ver cómo marcha el montaje de los tronos, tronos llenos de flores y plegarias, de esfuerzo e ilusión. Los hermanos se afanan en los preparativos después de todo un año de mucho trabajo, de constancia, de dejar de lado familia, amigos, para volcarse en el compromiso que tienen asumidos. Los hombres que van a portar los tronos dejan sobre los barales su pañuelo para guardar sitio, pañuelo que encierra promesas y tradición renovadas cada año.
Todo queda listo para que el Miércoles salga la procesión de "Jesús atado a la columna", cuando esto ocurre se produce un momento mágico, en el que le doy gracias por estar viéndole, por todo lo bueno que me ha pasado y le pido para que siga presente en mi vida. En esta larga procesión, Jesús se pasea por nuestras calles y nos recuerda que su sacrificio sigue vivo, presente en nosotros y por nosotros, y que al igual que él, deberíamos salir fuera, caminar hacia lo que él nos enseña, mirar a nuestro alrededor, observar, ver y sobre todo actuar. Actuar para que los que nos rodean no nos sean indiferente en sus problemas y que nuestra actitud les ayude y acompañe.
Y, como no, su madre, nuestra querida Virgen de los Dolores, va detrás, sin ocultar su pena y es, quizás este año cuando me siento más cerca de ella, de su dolor y del dolor de todas esas madres que sufren por sus hijos, con problemas de drogas, violencia, marginación o muerte, como han sido los casos más reciente en nuestro pueblo un recuerdo especial y cariñoso para esas familias que tan mal lo están pasado.
Jueves Santo, día grande de celebración litúrgica, se celebra la Cena del Señor, momento culminante de la vida de Jesús donde nos dejará sus
mayores enseñanzas encerradas en dos mandatos "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" y "Haced esto en memoria mía".
Por eso es el día del Amor Fraterno:
Contemplamos el amor de un Dios que se empobrece, para enriquecer a los hombres de un Dios que se empequeñece, para ponerse a la altura de los hombres, elevándolos de un Dios que se hace siervo, para lavar los pies de los hombres de un Dios que se hace comida, para alimentar las hambres de los hombres de un Dios que se hace cordero, para cargar los pecados de los hombres de un Dios que sufre hasta la muerte, para dar vida a los hombres de un Dios que bajó a los infiernos, para sacar de las tinieblas a los hombres.
Nunca se ha visto en la tierra un amor tan limpio y generoso.
Celebramos en la Eucaristía, esa tarde, los mandatos de Jesús, es una celebración llena de emoción que embarga de amor, de paz el espíritu y que un año más, renovamos nuestro compromiso solidario por los demás.
La emoción se vuelve a vivir cuando contemplamos en la plaza a "Jesús con la cruz a cuesta", va cargado de dificultades, problemas, miedos, Pero él sabe que todo esto lo tiene que pasar para encontrarse con su Padre, para salvar a los hombres e intentar que las injusticias se acaben; antes quiere ver la cara de su madre, recibir de ella la bendición. La espera en un lado de la plaza, su amigo Juan le señala el camino, despacio pero seguro, !la música de las bandas acompaña estos momentos mágicos hasta que Jesús se encuentra frente por frente con su madre que lo mira con ternura, cariño y, sobre todo, amor. Se hace el silencio y madre e hijo se reclinan tres veces, con solemnidad, a sabiendas de lo que a de venir y después, otra vez con paso firme, va iniciando el regreso a su templo. Ya le quedan pocas horas para, una vez más, recordar al mundo que su sacrificio no fue en vano, dio su vida para salvar a los hombres. Terminada la procesión, en el templo, aún con la emoción viva en el corazón, nos disponemos a presentamos ante el Señor en la hora santa, con humildad, para acompañarlo en su camino y comprender un poco la grandeza de sus actos.
En la oración, el cristiano encuentra el refugio y consuelo necesario para caminar.
En mis recuerdos de niñez están todavía vigente los años en que la procesión de "Las Tres Caídas" se hacía por la mañana temprano del viernes santo y, aunque estoy de acuerdo con la decisión que en su día se tomó para así alargar nuestra Semana Santa, no tengo por menos que decir que esta procesión tenía a esa hora un encanto especial, el recogimiento, si cabe, era mayor. El sonido de la música resonaba por las calles pidiendo que se acompañara a Jesús. Yo, casi siempre, cogía esta procesión en la punta de la calle Real saliendo de la calle San Sebastián, era para los más pequeños como una fiesta, una vivencia especial.
Ahora, de forma diferente, en la mañana del Viernes Santo el Vía Crucis aparece por nuestras calles. Las reflexiones sobre el camino que hizo Jesús hasta el Calvario nos ayudan y nos predisponen para vivir intensamente este día. Día en que vivimos su Pasión y Muerte en las liturgias y en las Procesiones.
Comienza la Procesión del Crucificado, Cortes se echa a las calles para acompañarlo en su dolor, en su desconsuelo. Al igual que los pasos que van con él;
Las Angustias no lo deja y le presta su sudario para limpiarle la cara
Maria Magdalena, se siente perdonada y salvada por él.
San Juan, su gran amigo y discípulo fiel, que lo acompaña a los pies de la Cruz, para que no se sienta solo.
Y su madre, siempre cerca de su hijo, como si estuviese clavada también con él en la cruz. Ella no está simplemente mirando, está contemplando, compartiendo, comulgando, asumiendo y compenetrándose con la Pasión del Hijo.
Después de la celebración de los Santos Oficios, sale la procesión del "Santo Entierro". Cristo ha muerto, ha ofrecido su dolor por el dolor de todos los hombres y para redimir sus pecados. Así lo entiende nuestro pueblo, algo grande ha pasado y no hay persona que no acuda a su adiós por nuestras calles.
No es difícil contemplar las plegarías que salen de los labios, oír las saetas que se cantan con profundo sentimiento, las lágrimas que se escapan de los ojos y las caras implorando su perdón. Su muerte no será en vano, el grano de trigo ha caído a la tierra y dará sus frutos.
En la "Soledad" de la noche, su madre, por última vez, pregona su pena, su dolor, su hijo ya no está. Y junto a ella, con nuestro silencio y plegarias, recordamos que son muchas las cargas, problemas y dificultades que las personas y familias tienen que asumir en solitario.
"María de los Dolores, madre mía.
Mira cuántos son tus hijos.
Vela por nosotros.
Que seamos fieles, como Juan.
Que podamos llevarte a nuestra casa.
Mira a tus hijos más débiles, más necesitados,
que sean arropados con tu amor, que es el de tu hijo.
y con el nuestro."
Ya sólo queda esperar al día que viene detrás del sábado.
En el sábado hay que guardar silencio, prepararse para el gran acontecimiento que nos espera: CRISTO HA RESUCITADO. Es la noticia que ilumina todas las noches, que alegra todos los corazones, que repetimos año tras año en la Pascua de Resurrección. Noche dichosa y esperada para los cristianos.
Todo huele a vida nueva.
Celebrar la Pascua es llenarse de Cristo resucitado.
Celebrar la Pascua es vivirla, participar de la vida de Jesucristo resucitado. Y en nosotros debe de haber unos signos inequívocos de esa
Resurrección:
-La alegría, no hay lugar para la tristeza, porque Cristo está en ti y te sonríe. Este sentimiento de alegría va unido a la paz.
-La fortaleza, que va unida a la confianza y a la esperanza. El que está resucitado pierde los miedos, sabe que Dios está con él, que el Espíritu de Cristo le acompaña.
-Y el amor. El que se abre a la experiencia de la resurrección, se siente definitivamente amado. Es como si Cristo nos dijera: No temáis, yo estoy contigo.
Todos estos sentimientos se manifiestan cuando "El Resucitado" sale en los hombros de nuestros menores, en esa noche mágica, por nuestras calles; ellos llevan la alegría, la paz , la fortaleza, y, sobre todo, el amor más dulce y tierno de todos nosotros. Que Cristo resucitado los ilumine para que crezca en ellos el sentimiento cofrade necesario para continuar la labor de los hombres que ahora están al frente de la Hermandad. Estos niños y niñas de nuestro pueblo son el futuro, hay que trabajar con ellos y para ellos.
Después de todo debemos de quedamos con la Semana Santa que logre acortar las procesiones, que consiga quitar algún paso o alguna estación del Vía crucis:
algún azote o alguna espina,
alguna hora menos de agonía y de tortura,
menos caídas y menos lágrimas, menos expolíos,
menos crueldad y menos injusticias, .
menos sed y menos abandono.
Dediquémoslo, pues, a abreviar los días y las horas de la Pasión,
para que lleguen antes y sean más largos
los días de la santa Resurrección.
No quisiera terminar sin mostrar varios agradecimientos. En primer lugar, a la Hermandad por esta oportunidad que me han dada de dirigirme a todos vosotros y expresar en estas palabras mis pensamientos. La Junta de Gobierno necesita de cada uno de los hermanos para seguir caminando. A todos mis vecinos y amigos de Cortes por el aprecio que siempre recibo de ellos y, por último, a toda mi familia y, en especial, a mi hijo Sergio por el amor que me hace sentir y a mi marido por la ayuda y apoyo que he tenido de su parte.
Gracias.
Cortes de la Frontera, 18 de marzo de 2005.

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