PREGÓN DE SEMANA SANTA 2023

 

Pregonera: Dª. María Isabel Luna Carretero

 

Cortes de la Frontera, 31 de Marzo de 2023


“Dios nos da la madera, y nosotros los hombres, decidimos su destino…”

A mis padres, por iniciarme en mi fe, por ser maestros de mi vida.

A Andrés, mi marido, y a mi hijo Andrés Eleuterio, por continuar conmigo este camino e inundar mi corazón de amor infinito.

A mi hermano, por la fidelidad y entrega de su pasión sin límite.

A Cortes, mi pueblo, por todo lo que me da a cambio de nada.

Y a todos los cofrades que ofrecieron o que ofrecen hoy, altruistamente, algún momento de sus vidas para lograr que este acto de fe pública sobreviva a los tiempos, alcance a las almas, y demuestre que seguimos siendo, año tras año, seguidores de Cristo.



“Dónde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo, en medio de ellos”

Mt 18-20



Saludas


Me gustaría que el primero de los saludas sea para un amigo muy especial, que se encuentra aquí y con el que por cierto me llevo muy bien.
Está aquí junto a nosotros y dentro de unos días va a ser crucificado.
Yo quería decirte “Buenas tardes, Señor, sé que la humildad fue una constante en tu vida, pero hoy y siempre, Tú vas a ser el protagonista. Y ahora, si me lo permites, voy a dirigirme a todos estos amigos”.

Reverendo señor cura párroco y Consiliario Nando.
Excelentísimo alcalde y autoridades.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Hermandad de Jesús en su Pasión y M.ª Santísima de los Dolores.
Hermanos Cofrades, amigas y amigos.

Buenas noches.
¡Era el mes de octubre cuando me dijeron que sería la pregonera de este año!
Un frío helador recorrió mi cuerpo, en ese momento, el miedo se apoderó de mí.
¡No contesté! entonces tomé aire, pensé, me encomendé a mi fe. Cogí bolígrafo y papel, y entre guardia y guardia, empecé a escribir mis primeras palabras del pregón; y por un momento había vuelto a ser aquella niña de 10 años que tocaba la flauta en la banda de música, que se ponía nerviosa cuando tenía que hacer un solo… estaba en un mundo fascinante, en el que todos eran recuerdos gratos, de carreras de la Iglesia a casa de mi abuela, de prisas… y sin darme cuenta las palabras surgían solas.
Llegó el momento.
Aquí estoy. Y sigo todavía sin conocer los motivos y razones que llevaron a nuestro hermano Mayor a elegirme a mí, a una mera cofrade, de entre tantos y tantos conocedores de nuestra Semana Santa.
Confesaros cómo me encuentro en estos momentos ante todos vosotros, es algo complicado, arduo: Me siento carente de talla para pregonar nuestra Semana Santa. Carente de talla para reflejar en mis palabras los sentimientos que despiertan en mi cada Imagen a la que venero. Carente de talla, que me permita alzarme al menos a los hombros de aquellos que me antecedieron en este honorable camino de ser pregonera de nuestra Semana Santa, como lo fue hace unos años, primero, mi tío Paco y luego mi padre, “papá, ¡aquí estoy!

Soy M.ª Isabel Luna Carretero, soy una cofrade, cortesana; hija de Charo y Eleuterio, nieta de Hipólita e Isabelita Núñez, que orgullosas estarían a buen seguro; gozosas de verme desde arriba; pues siempre me animaban para que participara activamente en la vida de la parroquia; lo que demuestra el valor que tiene la familia en la educación y en la transmisión del sentir cristiano.

Estoy en un lugar que me es muy familiar; sin tener la certeza de que aquello por lo que se me invita a hablar, aquí, esta noche, sea algo definible a través de la palabra o pertenezca al abstracto reino de los sentimientos. Siendo consciente y asumiendo la responsabilidad de sostener un trono muy pesado, un tesoro bien custodiado, trataré por tanto de no perder el paso, de meter el hombro con coraje y con cariño, con humildad, pero también de la que se siente orgullosa de ser cortesana y pregonera de su Semana Santa.

Estamos en la tarde-noche del Viernes Dolores, el preámbulo de la semana más grande para los cristianos.
Por todo ello, y porque toda la noche habré de hablaros de puntillas, mis primeras palabras serán, y deben ser, de agradecimiento; ya que dicen que la “gratitud es el recuerdo del corazón” por eso quiero empezar esta noche dando las gracias a todas las personas que han hecho posible este pregón:
A ti Pepe, como Hermano Mayor y a toda la Junta de Gobierno, por depositar en mí el extraordinario legado construido durante décadas por pregoneros, legado inconmovible ante transformaciones sociales y políticas. Gracias, porque sin merecimiento alguno por mi parte, me has convertido en la voz que alza hoy, para alabar, exaltar y honrar la dilatada historia de nuestra Semana Santa. Gracias, porque de forma inconsciente, me has ofrecido el mejor e inmenso regalo que, junto a mi marido y mi hijo, conformarán mi personal y propio patrimonio.
A ti Inma, por tu brillante intervención, por tus notas de afecto y cariño que deduzco de tus palabras. Muchas gracias por entregarme este testigo de ser pregonera de nuestra Semana Santa.
A mis padres y a mi hermano, por su entrega y humildad, porque son los pilares de esta fe acérrima, y estar siempre ahí.
A Andres, mi marido, y a mi hijo, por su siempre apoyo.
En definitiva, a toda mi familia. Y a todos vosotros, mis amigos. Os agradezco ya, desde ahora, sin esperar ni un segundo más, vuestra paciencia, vuestra indulgencia, vuestra generosidad por comprender que hoy, ante vosotros, me presento sin credenciales, sin título, quizá hasta sin la vergüenza que debería requerírseme.
Porque sólo traigo conmigo una verdad cofrade llena de recuerdos, de intenciones. Que, seguro, es similar a la vuestra; que engalana la Fe que profesamos con túnica y capirote; que nos demuestra que el color es meramente importante si tiñe la túnica de nazareno; que a los cofrades nos da igual que estemos en Navidad o en verano, siempre nos huele a incienso y a romero, que nos sentimos hermanos aun sin tener sangre que nos una; que la única duda que nos acecha es si acompañamos a Nuestro Padre Jesús o a Nuestra Virgen de los Dolores.
Porque esta noche os traigo ésta, que es la realidad de cualquier cofrade cortesano.

Y entre silencios, preparativos y ajetreo la Cuaresma llama a la puerta de nuestra vida. Ya está todo preparado.
Recuerdo con emoción de cuando niña, aun con las travesuras propias de la edad, se vivían estos momentos en casa de mi abuela. Días antes al Viernes Dolores, habíamos ido al horno a cocer las magdalenas y bizcochos, “Mª Isabel espera, no te lo comas todavía, que están aún calientes…” nos decía mi abuela a mi primo Miguel y a mí que siempre andábamos detrás para ser los primeros en probarlos.
Me impresionaba cómo la gente de nuestro pueblo veía pasar las imágenes de nuestro Padre Jesús o de nuestra Virgen de los Dolores con inmenso respeto y sumergidos en un devoto silencio.

A las seis y media de la tarde de cada viernes de Cuaresma, el Vía Crucis se vive en nuestro pueblo de forma intensa y respetuosa; para recorrer las calles del Jerusalén cortesano camino del Calvario.
Meditando la Pasión de Cristo, vamos repasando las cruces que afectan a los hombres de hoy. Estación tras estación se desgranan los pasajes evangélicos que hemos oído una y otra vez y que resuenan como nuevos cada Semana Santa.
Jesús baja hasta la altura de nuestros ojos, de nuestras manos, a la altura de nuestro corazón, para que pueda ser tocado y mirado, besado y querido; simplemente porque en Él están puestas todas las esperanzas de todos nosotros, que besamos su cuerpo lacerado.
Y de esta manera, comienza la Semana Santa de Cortes de la Frontera, que, si hubiera que resumirla en tres palabras, éstas serían: sencillez, humildad y recogimiento.
Quisiera, antes de profundizar en nuestra estación de penitencia, recordaros el papel del cofrade en la hermandad durante el resto del año.


Habréis escuchado decir a nuestro Hermano Mayor multitud de veces, que nuestra Hermandad se sustenta en cada uno de nosotros, que todos formamos parte de este maravilloso engranaje.
Pues bien, si no somos capaces de vivir nuestra Hermandad todos los días del año, asistiendo a sus cultos, recibiendo una formación cristiana, acudiendo a cuántas llamadas nos haga nuestra hermandad, lo siento, os lo tengo que decir, nos hemos equivocado de lugar y, por tanto, nuestra vida cofrade se convierte sencillamente en un fracaso.
Hermanos cofrades, que acompañáis a nuestro Señor y a nuestra Madre con cirio, ¿no entendéis qué Ellos quieren que esa luz que portáis no se encienda y se apague el mismo día?
Hombres de trono, que lleváis a nuestro Señor y a nuestra Madre sobre los hombros, ¿no escucháis sus voces que os piden que quieren seguir sobre vuestros hombros durante todo el año?


Tenemos que hacer entre todos esta reflexión tan necesaria para vivir nuestra Hermandad como hermanos y como cofrades todos los días del año.
Mucha gente ajena al mundo de la Semana Santa, aun profesando la misma religión que nosotros, no nos comprenden, creen que lo nuestro es puro fanatismo y que solo es una falsa apariencia y una tradición que nos viene de familia.
Les podemos decir, que no es verdad lo que piensan, que vengan a conocernos y posiblemente les haremos cambiar de opinión.
Confundidos están aquellos que piensen que los cofrades sólo somos cristianos de una semana, yerran los que piensen que los cofrades estamos al margen de la Iglesia, se equivocan los que crean que las Hermandades vivimos sólo para las procesiones.
No. Los cofrades somos cristianos involucrados con el momento que nos toca vivir, comprometidos con las Iglesia, con la sociedad y con los hermanos. Y en todos los caminos que emprendan las Hermandades, María, Nuestra Madre, siempre será la guía a la que seguir.
Pero hoy es el día, todo un año esperando y al final ha llegado.

Este día amanece temprano, es Domingo de Ramos. No existe día más esperado por todos los cortesanos, que esta mañana, día de larga espera, pero de enorme recompensa y que tanto los niños como los mayores celebran con enorme ilusión.
¡Es el día de los niños!
Pero, no hay que andarse con prisas y disfrutar de este día maravilloso donde Cortes nos ofrece toda su grandeza, con sus calles limpias y relucientes, su fuente de agua cristalina y sus parques floridos y hermosos, anunciando esta primavera recién estrenada; que a partir de hoy vamos a vivirla muy profundamente.
Cortes se engalana para recibir con vítores a Jesús; que entra en nuestro pueblo, a lomos de un pollino, de la forma más humilde posible, con una túnica blanca símbolo de pureza, alegría y luz, lleva una palma símbolo de triunfo y victoria de la vida sobre la muerte, cubierto por una túnica púrpura, color del Domingo de Ramos, y que representa a Jesús como Rey.
Entra en un Jerusalén expectante rodeado por los más sencillos, los niños de nuestro pueblo.

Jesús nos dice que nos convirtamos en niños, porque de ellos es el reino de los cielos.
¡Ay, Señor! Si cofrades y cristianos mirásemos el mundo como niños, si lo mirásemos como esos niños te miran, en el mundo reinaría otro clima.
¡Vayamos todos, niños y mayores a recibir a Jesús!
Dejemos que entre en nuestros corazones.
Baja por los Naranjitos, que están repletos de azahar, para subir entre vítores y palmas hasta la plaza de Iglesia donde está todo preparado para la bendición de los ramos y acompañaremos a nuestra Pollinica hasta el templo para continuar con la eucaristía.
¡Dos mil años después, Cristo sigue entrando en Cortes de la Frontera y seguimos recibiéndole con palmas y ramas de olivo!
El Domingo de Ramos deja esa extraña sensación que convive entre el gozo y la nostalgia que se siente de lo que se acaba de empezar a vivir.
Lo más esperado comienza y termina en un instante.

Lunes y Martes Santos son días de recogimiento, de reflexión, de hondo sentir cristiano.
La semana más intensa, mas importante para nuestra familia ha empezado y la vivimos con fervor.
Con la llegada del Miércoles Santo, comienza nuevamente la algarabía en Cortes.
Todo está preparado para acompañar a Jesús atado a la columna.
M.ª Santísima de los Dolores está radiante, virtuosa, vigila sigilosamente el paso de su hijo atado a la columna por las estrechas calles de Cortes: los escalones de la calle San Roque, la calle peatonal, calle Botica, cuesta del Toledillo... que están impolutas para recibirlos entre pétalos y olor de cera…
En casa se palpa el fervor nazareno; llega el Jueves Santo, día de visitar los Sagrarios, y María es ese primer Sagrario al que visitamos, porque Ella es la “Feliz porque ha creído”.
Jueves Santo de mañana tamizada con tonalidades imposibles, de prisas calladas.

Jueves Santo día del Amor Fraterno y empieza el Triduo Pascual.
La tarde hoy llega con una celeridad inusitada.
En el templo se oye el canto gozoso del Gloria y un exaltado repicar de campanas.
Jueves Santo de Cristo orando en el Huerto de Getsemaní, prólogo de la teología de la Cruz, de la teología del gran amor de Dios.
Jesús orando en el Huerto, no es capaz de silenciar, ante el Padre, tantos temores como le asolan, pero cayendo de rodilla, humildemente al suelo de Cortes, acepta la voluntad de Dios.
Jueves Santo; a pesar de ser uno de los jueves, cuya refulgencia brilla más que el propio sol, la tarde se alza sobre los espacios del tiempo, con una clara vocación de noche.
Todos esperamos esa salida tan esperada en el dintel de la Iglesia, la salida de Nuestro Señor Nazareno con la cruz acuesta, encorvado por su peso, con mínimas fuerzas…
Su cara es fiel espejo del tormento padecido horas antes, amoratada por los golpes recibidos.
Va camino del Calvario seguido por su madre, de M.ª Magdalena, San Juan y de todos los cortesanos.

Va por las calles de Cortes, Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas.
Los verdugos, obligan a Simón de Cirene a coger el extremo de la Cruz y cargarla sobre sus hombros.
Sentimientos de tormento y fervor al ver a Jesús con la Cruz.
Y qué decir de su madre que sale detrás del Nazareno, con su rostro agraciado, aunque colmado de sufrimiento y amargura.
Llega a una Alameda abarrotada y a la vez enmudecida, expectantes; allí ante todos, cae tres veces, su cuerpo roto por el martirio, no puede con el peso del madero, está solo, ninguno de sus discípulos se atreve a ayudarlo.
Hay un silencio sobrecogedor.
La emoción se hace patente durante el encuentro de ambas imágenes en la plaza del ayuntamiento. ¡Silencio! ¡Silencio!
Frente a frente un hijo y una madre. Cristo y María.
Sólo su madre, que lo mira cómo se mira a un hijo, una mirada que con tan inmenso amor y pasión contagia a los allí presentes.
Todos queremos acompañarlos en este momento, con plegarias en nuestros labios que les ayuden a levantarse para seguir nuevamente.

Las tres caídas suenan como si de un temblor se tratase, para seguidamente dar paso a una enorme ovación a ¡ese Jesús Nazareno que se ha levantado!
¡Que no está solo! Que su madre, María Magdalena y que todos los cortesanos estamos con él; que acudiremos a acompañarlos durante toda la noche al Sagrario del Monumento.
El Amor de los Amores, que se entregó para salvarnos.
Pero Cortes, el Jueves Santo, es prefacio de amor del Viernes Santo, donde adoraremos a la Cruz.
Cofrades de Cortes, que en nuestro caminar, encontramos en la Cruz ese símbolo de salvación.
¡Es Viernes Santo! Dia de magnánimo dolor, de extremado duelo. Hoy todo es oración. Todo se ha consumado.
Le damos la bienvenida a este día, los que vamos al Vía Crucis.
Bien temprano subimos a las Camaretas, es reconfortante, intenso, nos ayuda a iniciar el día con ganas e ilusión.

Minutos antes de las 12 de la mañana, ya se ve el trajín de músicos, feligreses, en los alrededores de la Iglesia, todos impacientes por ver la salida de nuestro Señor Crucificado sobre un mar de claveles rojos.
Durante el Viernes Santo en Cortes, se cuenta cronológicamente la Pasión del Señor.
Cristo ya ha sido descendido y tras un pequeño cortejo fúnebre, al Señor ya lo depositan en su sepulcro.
Antes, el cuerpo inerte del Señor, se lo han puesto en el regazo de la Virgen, quien, con su alma clavada en el cielo, muestra sus Angustias.
Y otra vez, como aquel día de Nazaret, vuelve a decir un sí sin fisura a Dios.
Sí, a aceptar la muerte de su Hijo.
Os invito a todos a que cerréis los ojos por un instante y así de repente estáis en vuestro lugar favorito del viernes santo-tarde.
¡Expectantes a la apertura de la puerta del templo, de la salida del primer monaguillo y de la cruz guía!
¡Ya está todo! Todo se ha cumplido según la escritura.

Las calles de Cortes se cubren con el halo de la solemnidad más rotunda, pues ante Cristo depositado en su urna, sólo cabe el silencio.
Ante la Imagen del Santo Entierro de Cristo, es imposible quedar impávidos, insensibles, indolentes.
Su ignominiosa muerte no fue en balde.
Mirar el rostro del Señor muerto, sobrecoge hasta el escalofrío y aquí, sólo el severo sonar de los silencios más espesos y abruptos, despiertan nuestros sordos oídos al mensaje de amor y perdón, que el Señor muerto en su dorado sepulcro nos deja.
En sus últimas palabras, desde la Cruz, está el mensaje de amor de todo su padecer.
Palabras de perdón para todos nosotros.
Es una noche fría, cuyo silencio es roto por un tambor seco y ronco.
El bullicio del viernes santo ha quedado atrás.
Cortes se anega del luto de la Soledad.
Calle San Sebastián, calle Real, plaza de la Iglesia, rinden pleitesía ante la sencillez y el silencio, que se apoderan de todo.
Cristo está muerto; y la Virgen quedó sola.
Sólo la sombra de la Cruz salvadora cobija tanto sufrimiento.
Sus benditas manos sostienen, amorosamente, los elementos del suplicio de su Hijo:

-tres clavos con el que clavaron al Señor en la Cruz y que hoy siguen sosteniéndolo en el madero, cada vez que miramos para otro lado ante tantas injusticias, o ante tantos silencios, que no condenan las penalidades que pasan tantos seres humanos, o ante las veces, que, sin darnos cuenta, lo negamos como hiciera Pedro.
-Y esa corona de espinas, con la que coronaron con desprecio y mofa al Señor.
Símbolos de escarnio y castigo, que Ella muestra como elementos de la entrega, hasta las últimas consecuencias, del Hijo de Dios, el Varón de Dolores que dijera el profeta Isaías.
Sola por las calles de Cortes, que ya definitivamente se han imbuido del mayor de los silencios.
La Cruz vacía sigue estando humedecida por la preciosa sangre del Señor, y Nuestra Señora en su Soledad, con su cara bañada por esas cristalinas lágrimas, se adentra en los corazones de los cortesanos.
Nuestra Señora en su Soledad no va sola.
Cortes va con Ella, queda contemplando ese Santo Madero, que reverdecerá con fuerzas inusitadas.

Ahora todo parecerá el fin, pero sólo es una espera de tres días.
El Señor está muerto y Cortes esperará, no se dejará llevar por añoranzas ni nostalgias.
Los cofrades sabemos esperar, porque la muerte del Señor sólo durará tres días, sólo tres días.
En el cielo comienza a brillar la Estrella de la mañana. Cristo prepara su resurrección gloriosa.
La Vigilia Pascual de este sábado Santo es la cumbre de las celebraciones católicas.
Es el anuncio de la de Resurrección de Jesús.
El pregón pascual, la letanía de los santos, el olor a la cera de abeja del Cirio Pascual que ilumina cada rincón de esta iglesia.
La Luz del mundo.
Cristo que rompe la oscuridad de la noche para brillar en la aurora.
Los silencios, en su ocaso, se difuminarán dando lugar a la explosión de la luz, la muerte será derrotada por la vida.
Cristo, el Señor, el Unigénito de Dios resucitará.

Si, en Cortes sabemos esperar, porque el Señor de los cofrades es un Dios vivo, glorioso, resucitado y ahí radica la fuerza de los cristianos.
El mayor de los júbilos recorrerá todos los rincones de nuestro pueblo y el campanario enloquecerá repicando a Gloria, y por las calles de Cortes se oirán esas risas y cantos joviales de los más pequeños que acompañarán a Cristo Resucitado.
Y creo ya debe concluir esta lazarillo pregonera, que bastante me habéis permitido esta noche.
Aún nos quedan múltiples preparativos por finalizar.
Hoy, solo he pretendido transmitiros mis experiencias, vivencias, sentimientos, enseñanzas de cuantos han ido ofreciéndome su amistad y su magisterio, sin tener en cuenta ni la edad, ni las carencias de ésta que os habla:
a mi abuela Hipólita, quien fue mi gran guía;
a todos los que hoy, aquí, en demasía echo de menos.


Y tantos otros cofrades que ya marcharon, o aquí presentes, de los que privilegiadamente sigo aún aprendiendo.
Sirva este pregón como agradecimiento sincero a su entrega, a su lucha, a su pasión.
A ellos, pero, sobre todo, a quienes siguen regalándome aún hoy esta vida que es cofrade, que hacen de cada paso lo mejor de lo vivido, y que siguen ejerciendo de maestros porque son árbol talado que retoña: a mis padres.
Por todos ellos, amigos, ya es la hora.
Salgamos a la calle, recémosle a este Nuestro Padre Jesús y a nuestra Virgen de los Dolores que procesionamos; y que no quede ni un rincón en este nuestro Cortes al que mostrar que somos seguidores de Cristo.
Os reclamo a todos vosotros, amigos cofrades: a quien dirige y quien es dirigido; a quien va descalzo de nazareno y a quien se alza estoicamente sobre tacones con mantilla, y a quien ya solo le queda esperar que pasen ante su balcón, porque sus pies no responden a las órdenes de su corazón; a quienes su pasión por la música les ha conducido a ser pieza imprescindible en el gozo del cofrade; a quien presta su fuerza física, y siente que el dolor es un sacrificio mínimo ante el privilegio divino de sus hombros; a quien lleva un fonendo o

un recogedor como inseparable compañero del esfuerzo diario al servicio de los demás; al sacerdote cofrade, al que reza con nosotros y al que ni nos entiende ni nos quiere entender; a quien va de promesa, a quién va con faraona o capirote; a quien porta una campanilla, una palma, un farol, un incensario, un cirial, un estandarte, una vela…
Que callen los labios, porque ahora le toca gritar al corazón.
¡Acercaos, hermanos a Cortes, acercaos a su Iglesia, a sus gentes!
Jamás tendréis a Dios tan cerca.
Viviréis la Pasión de Cristo hecha vida.
Abrid vuestro corazón como si fuera una tronera, que Cristo está en nuestro pueblo.
Saca la túnica del padre o del abuelo, que todavía llevara impregnada le aliento de la fe.
Seguid la tradición y las costumbre que os dignifica.
¡Tened listas las velas que iluminaran a María y a Cristo!
Que se abran las puestas la de la gran pasión porque la Jerusalén de Cortes ya está en la calle.

He dicho.


Volver